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Guardalago: Arte, educación ambiental y plogging

Los lagos a lo largo de nuestro país son el destino ideal para muchos que quieren conectarse con la naturaleza. Nos los imaginamos magníficos, tranquilos y prístinos. Pero, al llegar a muchos de ellos, no es nada inusual encontrarse con basura extendida hasta donde nos alcanza la vista. El proyecto Guardalago nació para cambiar este lamentable escenario.

Por María José Hepp. Fotos gentileza Rafaelo Orasenda.


La combinación del deporte y la recolección de basura es hoy conocido como plogging, concepto creado por el sueco Erik Ahlstrom al mezclar las palabras jogging (correr) y plock upp (recoger en sueco). Esta peculiar y creativa actividad busca reunir voluntarios para disfrutar de la actividad física al aire libre y, de paso, limpiar y cuidar de los espacios naturales.

Rafaelo Roasenda (31), fotógrafo y fundador de Guardalago, ya practicaba esta combinación de actividades antes de siquiera conocer el concepto. Su interés por la conservación de la naturaleza, que empezó a crecer tras su experiencia como guardabosque, lo impulsó a levantar un proyecto que invitara a las personas a divertirse cuidando la naturaleza.

“Lo que intento hacer es una sinergia entre el trabajo territorial, que es el recoger y gestionar la basura, el deporte, que en este caso hago bicicleta y de ahí que se conecta con el concepto plogging”, explica Rafaelo y agrega que la educación ambiental y el arte son también partes importantes de esta sinergia que busca generar el proyecto.



Ver y entender

La relación que tiene Rafaelo Roasenda con la naturaleza se intensificó tras tres temporadas de ser guardabosque en una reserva natural en Puelo. La primera vez fue el 2015 y fue una experiencia que lo impactó a niveles que no imaginaba. Luego fue dos veranos más, cada vez por 5 meses.

Sumergirse en el bosque y estar casi completamente desconectado —a excepción de un día a la semana que cruzaban el lago Tagua tagua y tenían señal— cambió su forma de entender la naturaleza. “Es vivir con otro lenguaje”, afirma. Caminaba solo por horas, sumido en el silencio, y sentía cómo sucedían y cambiaban cosas en su interior.

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“Tus hábitos cambian, tu manera de ver la vida cambia, te vuelves mucho más holístico. Eso que dicen que uno se vuelve un todo con la naturaleza, llega un punto en que lo sientes, dejas de creerlo y lo sientes. Empiezas a olvidar nombres y rostros, te desprendes de lo que estabas enganchado”, cuenta Rafaelo.

Roasenda asegura que tras pasar tanto tiempo completamente inserto en la naturaleza, se dio cuenta de que se mantiene un diálogo con ésta, que existe un presencia, que todo ahí es vida y energía. Según Rafaelo, a diferencia de cuando uno visita esporádicamente un lugar, experiencia en la que solo vemos el paisaje —que en realidad es una proyección de nosotros mismos—, al vivir en un lugar es cuando se logra ver realmente la naturaleza y entender que ella es vida.


Cerca de 20.000 colillas recolectadas en bidones de las playas del Lago Llanquihue y Lago Todos los Santos.

En sus días libres, Rafaelo iba a Puerto Varas y empezó naturalmente a recoger la basura que veía, pues sentía que era demasiada y que no correspondía al lugar. Asegura que le hacía ruido, sencillamente porque eran objetos que no eran parte de la composición del espacio. 

Llevó este hábito a donde sea que fuese, y recuerda que un día decidió recoger basura en la playa de Ensenada, en el lago Llanquihue, la cual frecuentaba cuando era niño. Tomó una botella plástica y empezó a llenarla de colillas de cigarro. La llenó en pocos minutos. Al día siguiente volvió con una de dos litros y solo tardó unas horas en llenarlas.

La gente que lo veía  y se le acercaba a preguntar cuánto tiempo llevaba recolectando colillas y quedaban sorprendidos cuando Refaelo respondía que en menos de una hora ya juntaba la magnitud de basura que se podía ver dentro de la botella. Según sus cálculos, en una botella de dos litros fácilmente caben 800 colillas.

El siguiente paso fue investigar. Rafaelo comenzó a cuestionarse cuál era el impacto de cada uno de esos restos de cigarro que encontraba. Según sus investigaciones, una sola colilla puede contaminar entre 5 y 10 litros de agua salada y 50 litros de agua dulce. Además, estos pequeños pero perjudiciales residuos son, por lejos, lo que más se encuentra en las limpiezas tanto costeras como urbanas, representando entre un 30 y 40 por ciento de toda la basura recolectada anualmente.

“Empecé a investigar todo esto y me empezó a doler ver tanta colilla de cigarro y ver que es un hábito y una conducta tan normalizada en personas de distintas edades. Desde adolescentes que empiezan a fumar, hasta personas de tercera edad que las veo fumar en la playa y dejar la colilla tirada”, se lamenta Rafaelo. 



Nace la idea

Rafaelo decidió que tenía que hacer algo. Le sorprendía y decepcionaba que las colillas de cigarro no fuesen consideradas basura, que las personas los tirasen al suelo para pisarlos como si nada. Según explica, el tamaño y el color hace que este objeto tan contaminante no llame la atención, a diferencia de una lata de bebida roja o una botella de plástico. Por esto, a las personas les molesta poco y, por ende, importa menos.

“Tras juntar colilla, tras colilla, tras colilla, y llegar a tener miles de colillas, ahí recién a la gente le sorprende. Así que lo que hice fue empezar a recoger colillas de las playas en bidones de 5 a 6 litros. Al ojo uno inmediatamente reconoce más de mil colillas. Ahí la gente me veía y me hablaba”, relata. 

Y agrega: “Algunas me ayudaban, otras se acercaban y me metían colilla sin siquiera hacer contacto visual o saludarme. Culturalmente hay un problema muy grande de cómo nos comportamos o cómo entendemos la vida en las playas”.

Este fue el inicio de Guardalago. Rafaelo volvió a Santiago con los bidones llenos de colillas y luego de un tiempo tomó la decisión de crear el proyecto. Debido a su formación artística como fotógrafo, era inevitable que desde un principio la idea surgiera desde el atractivo visual. Basta con ver su perfil de Instagram y las imágenes en la página web, hermosas e impactantes.

“Yo quería que Guardalago fuera una propuesta visual. Si no podía atraer a las personas por el impacto nocivo al medio ambiente, podía atraerlas por lo atractivo del proyecto, por lo entretenido también”, dice Rafaelo. 

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Además, esta forma de comunicar le acomoda mucho más que hacer un llamado desde el conflicto o desde la denuncia a, por ejemplo, las empresas tabaqueras. “Yo lo que prefiero es pasarla bien haciendo lo que hago, disfrutarlo, y en el camino quien se quiera sumar a pasarlo bien haciendo este tipo de cosas como el plogging, bienvenido sea”, dice.

Con la idea en la cabeza y la determinación de materializarla, Rafaelo tomó sus ahorros y viajó al lago Villarrica, lago Llanquihue y lago Todos los Santos, destinos elegidos por sus altos índices de contaminación en aguas lacustres.  Con el dinero que tenía pudo sustentarse un par de meses y desarrollar su proyecto, sacándole el máximo partido al tiempo para documentar los lugares y levantar datos.



“Me quedé en cero pesos. Empecé a recibir ayuda de personas que no me entregaban dinero, sino que me facilitaban cosas como, por ejemplo, la estadía. Una amistad me ayudó con eso en Ensenada, no me cobraba por tener mi carpa en su terreno. Viví en carpa gran parte de esos meses”, cuenta el fotógrafo. 

Estas pequeñas ayudas hicieron la diferencia. También hubo personas que le facilitaron alimento, como los dueños de una verdulería que le regalaban frutos secos para sus salidas. “No hubiese sido posible pasar tanto tiempo allá esa temporada de verano de no haber sido por esas ayudas”, dice Rafaelo. Hoy tiene habilitada en la página web de Guardalago un botón para hacer donaciones y recientemente agregó una sección para la venta de fotografías.

En acción

Mientras más salía Rafaelo a limpiar playas, más notaba cómo cada una de ellas tiene una problemática diferente en relación a la basura. Según explica, la realidades de los sectores alrededor de los lagos es muy distinta y esto a veces determina la cantidad y tipo de desechos que encuentra.

En Frutillar, por ejemplo, lo que más recolecta el fundador de Guardalago en la playa son envoltorios de golosinas, de helados y vasos de café. Esto se debe a que en la costanera se concentran una gran cantidad de locales que ofrecen esta clase de productos, entre otros alimentos empaquetados. 


Mascarillas en Lago Llanquihue.

El sector al final de la playa de Llanquihue, en cambio, sufre bajo montones de botellas de alcohol, latas y colillas de cigarro, pues es popularmente conocido como el lugar ideal para ir de fiesta. Rafaelo asegura que ha visto personas que llegan a beber y ensuciar desde las 10 de la mañana, a solo metros de donde él se encontraba recogiendo basura.

Así, cada playa tiene su propio problema con los desechos. “Hay lugares donde, por ejemplo, la gente local no tiene dónde dejar la basura, porque hay un problema de conectividad con el camión de basura municipal ¿Y qué es lo que hace? La acumula en bolsas y las deja a la orilla de los caminos que están al lado de las playas”, dice Refaelo y procede a explicar que estas bolsas terminan siendo rotas por animales y su contenido llega a parar al lago a causa de los fuertes vientos de la zona.

“Es más basura de lo que uno imagina. Lo que pasa es que uno no posa sus ojos en eso. Uno no va a la playa esperando mirar hacia abajo, sino hacia el frente, hacia el horizonte. Entonces cuando bajas la mirada empiezas a darte cuenta que ahí hay una colilla, y allá hay otra, y otra y otra. Tiene que ver con dónde se posan tus ojos”, lamenta.

Arte, educación y cambio

Lo nuevo que se viene para Guardalago, según cuenta Rafaelo, es incorporar obras de más artistas, tanto ilustradores como fotógrafos, al proyecto. A través de la página, se podrán comprar las creaciones de tema naturalista —flora, fauna, paisajes— de diversos autores y un porcentaje del dinero se destinará a la limpieza de playas y lagos. 

“Mi idea es que el arte esté al servicio de la conservación”, explica el fotógrafo. “Está muy entretenido porque estás invitando al mundo del arte a que sea parte de la conservación, y muchos artistas me han hablado de ese vacío que tienen al ilustrar una montaña o un lago, o un animal relacionándose con el espacio, y que se quede en eso, en el romanticismo. Entonces, cuando les propongo esto, muchos han estado contentos porque sienten que ahora tiene más sentido el arte que hacen”, dice feliz.

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Otra iniciativa en desarrollo es llevar Guardalago a las escuelas. Rafaelo empezará con un colegio de Puyehue, llevando el proyecto a la acción con los niños. La idea es que el grupo vaya en bicicleta hasta el lago Rupanco y haga una ruta interpretativa, a lo largo de la cual los monitores hablarán sobre la flora, fauna, geografía, historia y lenguaje. 

Al llegar, Rafaelo guiará la limpieza mientras enseña a los niños sobre reconocimiento del tipo de basura, gestión de residuos y todo lo que implica el proyecto Guardalago. El objetivo es que esta experiencia sea la primera de muchas con distintas escuelas de la zona.



Así pues, sea a través del arte, la educación o el deporte, lo que Rafaelo Roasenda realmente quiere es que la gente le dé un giro al concepto de basura, idealmente de la forma más entretenida posible. Para él, el recoger basura es algo que se le puede agregar a una actividad que ya nos guste: “Puedes ir caminando, puedes elegir hacer un trekking y disfrutar del canto del chucao, de la presencia del ciervo, ver el movimiento de los árboles y del sonido del río… Y además de eso le puedes agregar el ser consciente de la basura que puede haber allí  o de las problemáticas que atenten contra ese lugar”.

El fotógrafo hace una invitación a cambiar hábitos, a dejar de naturalizar la basura y empezar a llevar con nosotros una bolsita cuando vayamos a la naturaleza. “Yo me entretengo demasiado metiendo colillas de cigarro dentro de una botella”, afirma riendo.

Y agrega: “Si cambiamos pequeños gestos estaremos haciendo un gran cambio que puede ser capaz de afectar a futuras generaciones. Es muy diferente ir a un espacio natural hermoso y prístino y no encontrarte con basura a sí hacerlo, cambia radicalmente la experiencia”.



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