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El sol: un motor de energía trascendental

Un astro único y vital que desde los tiempos más remotos nos ha proyectado luz, abrigo, y ahora más que nunca, sustentabilidad.


Habían pasado un día entero atravesando las altas montañas del Himalaya antes de llegar a destino: el monasterio budista Phuktal Gompa, una construcción de barro y madera que alberga a unos 70  monjes y que se expande desde la entrada de una cueva natural formada en la pared de un acantilado, a 500 k de la ciudad de Leh (región de Zanskar, norte de la India).

En este, uno de los sitios más aislados y remotos del mundo (donde solo se puede llegar a pie), la misión de José Lobos y los otros 13 voluntarios de la Fundación GHE (Global Himalaya Expedition) era de carácter sumamente profesional: proveer de electricidad a todo el monasterio.

“Las instalaciones que fuimos a hacer fueron siete sistemas fotovoltaicos para poner 30 ampolletas repartidas en todas las habitaciones. Al final fueron cerca de 200 centros de luz para el monasterio”, recuerda José. Así, y siguiendo la lógica del calendario lunisolar que los rige, estos budistas pasaron a vivir iluminados, literalmente, por los rayos del sol.

Por su parte, este ingeniero civil eléctrico pasó a encontrarle real sentido a su profesión: “Estaban muy contentos. Fue una experiencia muy enriquecedora y de mucha alegría. Recuerdo que al principio, incluso, no estaba muy motivado con la carrera que había estudiado”, comenta José, quien ha pasado los últimos años especializándose en energía renovable, principalmente en la fotovoltaica, una de las metodologías solares más desarrolladas en el mundo, y la que según Greenpeace, podría llegar a suministrar de electricidad a dos tercios del planeta en 2030.



Revolución solar

Desde la antigüedad, la energía que producen las calientes fusiones nucleares que ocurren dentro del sol ha sido aprovechada por los pueblos más primitivos mediante diversas técnicas. Entre ellas, la energía solar pasiva es la que aprovecha la luz y el calor del sol de manera natural, es decir, sin la necesidad de transformarla.

Podemos calentarnos bajo el sol, podemos aprovecharlo para nuestros cultivos, podemos secar nuestra ropa al aire libre y podemos iluminar espacios dejándolo entrar por puertas y ventanas, sobre todo, si además orientamos nuestras viviendas en dirección a esta gran estrella de fuego (lo que se conoce como arquitectura bioclimática).

Hasta 1883 la técnica solar pasiva era la única forma de aprovechar la potente energía del sol, panorama que cambió cuando se inventaron los famosos paneles solares, creados especialmente para producir la llamada energía solar activa, es decir, la que utiliza captadores para transformar el calor del sol en electricidad pura.

Así, estos paneles que albergan un conjunto de células fotovoltaicas, son los encargados de trabajar en el primer paso: captar y recoger la luz del sol ¿Cómo? Cuando la luz solar pega en una celda, inmediatamente se producen reacciones químicas que terminan por liberar electrones, generando así la ya conocida corriente eléctrica, para luego ser dirigida hacia un inversor que la transformará en energía utilizable dentro del hogar. De esta forma, en caso de generarse algún exceso de energía, éste también será devuelto al sistema.

Hoy, gracias a los avances tecnológicos y a estas sofisticadas técnicas, el coste para producir energía solar ha ido reduciéndose, llevándola a competir directamente con las fuentes de energías tradicionales y no renovables como el petróleo, el carbón y el gas natural.

Hace ya más de siete años, la Agencia Internacional de la Energía afirmó que “el desarrollo de tecnologías solares limpias, baratas e inagotables supondrá un enorme beneficio: aumentará la seguridad energética de los países mediante el uso de una fuente de energía local, se reducirá la contaminación y se disminuirán los costes para la mitigación del cambio climático. Estas ventajas son globales. De esta manera, los costes para su incentivo y desarrollo deben ser considerados inversiones y deben ser ampliamente difundidos”.

Siguiendo esta línea, la potencia total fotovoltaica instalada en el mundo ascendía a los 16 gigavatios (GW) en 2008, para dar un agigantado paso hacia los 300 GW en 2016. Entre los mayores productores se encuentra Estados Unidos, Japón y Alemania, sin embargo, quien lidera el ranking es China, lugar donde se espera que la potencia llegue a los 120 GW en 2021.

Por Latinoamérica, Brasil y Perú han comenzado a instalar plantas fotovoltaicas a gran escala, pero quien lidera esta producción es Chile, con proyectos como “Amanecer Solar” (2014), un parque fotovoltaico que ocupa cerca de 250 hectáreas del desierto de Atacama, y que tiene la capacidad de evitar la emisión de 135.000 toneladas de CO2 anuales.



El nuevo Chile solar

“Mientras Trump promovía el carbón, Chile y otros países estaban recurriendo a la energía solar barata (…) En las granjas solares del desierto de Atacama, los trabajadores se visten como astronautas. Visten monos y gafas de sol envolventes, con gruesos pañuelos de lona para protegerlos de la radiación. El sol es tan intenso y el aire tan seco que aparentemente nada sobrevive. A través de grandes extensiones rocosas de color blanquecino, no hay cactus ni otros signos visibles de vida. Es Marte, con una mejor recepción de teléfono móvil. También es el mejor lugar del mundo para producir energía solar, con la potencia solar más potente del planeta”, escribió The Washington Post en abril de 2017, medio que de paso, catalogó a Chile como la “Arabia Saudita del Sol”.

En 2017 se puso en marcha el Programa Energía Solar, desarrollado por CORFO, el Ministerio de Energía y distintos actores sociales para la instalación de una serie de sistemas fotovoltaicos, entre otras iniciativas, que permitirán aprovechar la singularidad de Atacama para el año 2025.

Para esta fecha se podría abastecer el 30% del consumo eléctrico de Sudamérica usando solo 6.000 km2 del desierto, por ejemplo, y un 98% de la población nacional podría beneficiarse de la energía eléctrica generada por el sol después de la conexión norte sur gracias al sistema Eléctrico Interconectado Nacional, programado para este 2018, según el Ministerio de Energía.

Sin embargo, a partir de ahora mismo, quien lo desee puede instalar un sistema solar en su casa gracias a la ley para la generación distribuida o generación ciudadana (Ley 20.571), la que otorga a los clientes de las empresas distribuidoras de energía eléctrica el derecho a generar su propia energía mediante medios renovables, auto-consumirla y también vender a la misma distribuidora los excedentes que se generen.


José Lobos junto a los voluntarios de la Fundación GHE (Global Himalaya Expedition).

Así, una vivienda que invierta entre los $2.190.000 a los $4.190.000 en la instalación de paneles solares, puede llegar a ahorrar desde $112.360 hasta $505.620 pesos al año, aproximadamente.

“Como independiente, presto servicios a varias empresas que trabajan vendiendo sistemas de energía solar, ya sea con fondos públicos o con el proyecto del Serviu para viviendas sociales”, comenta José.

De esta forma, con el fin de fomentar el uso de energías sustentables, el Ministerio de Vivienda y urbanismo también cuenta con el subsidio para la instalación de sistemas fotovoltaicos, y un subsidio de sistemas solares térmicos que aprovechan la energía del sol para la producción de agua caliente (minvu.cl).

Y como con todo proyecto eléctrico, este ingeniero insiste en que antes de instalar estos sistemas se requiere obligatoriamente de la asistencia de un instalador eléctrico autorizado por la Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC).

“Dicen que es distinta la sensación cuando te bañas con agua calentada por el sol que cuando es por otro medio, por ejemplo”, cuenta José, quien recientemente se mudó a una casa ubicada en pleno cerro, en la que dice, hará unas cuantas instalaciones solares.

José Lobos.

Mientras tanto, este ingeniero continuará llevando unos rayos de sol convertidos en energía eléctrica hacia los lugares más inalcanzables del mundo: “Personalmente, creo que uno de los mejores usos que se le puede dar a la energía solar, una fuente limpia y renovable, es hacerla llegar a los sitios más remotos, lugares donde nunca han tenido luz, como lo hicimos en con el monasterio budista Phuktal Gompa. Ahora me gustaría hacer lo mismo en África y más adelante, si logro algún apoyo financiero, también en Chile”, finaliza José.


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