El 27 de marzo se dio a conocer que miles de toneladas de salmones habían muerto a causa de una gran marea café que se posaba sobre el fiordo Comau. Las consecuencias medioambientales de este tipo de suceso son devastadoras pero, según defensores de estos ecosistemas, poco es lo que se está haciendo para evitarlo.
A finales de marzo se reportaron mortalidades masivas de salmones a causa de floraciones algales nocivas (FAN) en el fiordo Comau. Al día de hoy, la estimación del total de peces muertos asciende a las 6.200 toneladas.
Los eventos han despertado dolorosos recuerdos de la catástrofe de hace 5 años, conocido como el ‘Mayo chilote’ o ‘Crisis de la marea roja’, en la que un fenómeno natural similar causó una mortandad de salmones a gran escala, generando un enorme impacto económico y social en la zona. Hubo extensas manifestaciones, negociaciones y promesas de mejoras que hoy se sienten vacías. Este nuevo caso, aunque menor en dimensiones, ha puesto en evidencia la falta de cambios sustanciales en la regulación de la producción de salmón en el país.
Durante las últimas semanas, múltiples organizaciones se han movilizado para intentar frenar estos desastres ambientales en los que, más allá de los efectos del cambio climático, la industria salmonera tiene un papel preponderante.
La marca Patagonia lanzó una iniciativa para que todos los interesados puedan tomar acción. Al acceder a su plataforma, existe la posibilidad de enviar un mensaje al gobierno exigiendo la salida de la industria salmonera de lagos, fiordos y canales del sur de Chile. El propósito es hacer un llamado masivo a que las autoridades se involucren en la protección de los ecosistemas.
Además, el pasado jueves 22 de abril en el espacio de conversación de la marca outdoor ‘Charlas en el Refugio’, el tema fue tratado en profundidad entre Ramón Navarro, surfista y activista ambiental, y Juan Carlos Viveros de Defendamos Chiloé. La charla entre ambos hombres, nombrada ‘No más desastres ambientales’, fue transmitida por la cuenta de Instagram de Patagonia y está disponible en su perfil.

Mejoras invisibles
Navarro, hijo de pescador artesanal y criado junto al mar, y Viveros, residente y defensor de la isla de Chiloé, abordaron el desastre desde diferentes aristas. Más allá del lamentable suceso en el fiordo Comau, ambos amantes de las aguas dialogaron acerca del rol de las múltiples partes involucradas en la prevención de estos dañinos episodios.
La falta de cambios y la repetición de una misma historia es para ellos uno de los puntos más preocupantes: “Hace 5 años atrás ocurrió lo mismo de magnitud mucho mayor. En esa ocasión fueron 40 mil toneladas de salmones descompuestos. Hoy son 6.200 toneladas”, dice Viveros.
“En estos 5 años pensamos que las cosas iban a cambiar, que iba a haber un fortalecimiento más grande de los servicios públicos ambientales. Por ejemplo, la Superintendencia de Medio Ambiente, el Ministerio de Medio Ambiente y Sernapesca. Según ellos ha habido un cambio, han tenido que mejorar los procedimientos después de la catástrofe de hace 5 años, pero las catástrofes siguen ocurriendo”, agrega.
El miembro de Defendamos Chiloé puntualiza que por catástrofes no solo se refiere a situaciones como la de este mes, sino también a los escapes masivos de cientos de miles de salmones al año, causando un enorme daño al ecosistema de la zona al ser una especie invasiva y depredadora.
“Es una situación bastante dramática, bastante desagradable. Nosotros tenemos muchas ganas de dialogar, de buscar soluciones, de construir. Pero también es muy difícil porque no hay una presencia fuerte del Estado de Chile, del gobierno que sea, con todos los gobiernos ha sido lo mismo. No hay una preocupación verdadera por el medioambiente, por el patrimonio natural, por el patrimonio cultural, y eso nos está causando un daño tremendo a todo el país”.
Juan Carlos Viveros.
Ramón Navarro se muestra totalmente de acuerdo e invita a ver el documental ‘Estado Salmonero’, donde el surfista expone los efectos nocivos de la industria del salmón en el ecosistema. Durante su realización, recuerda haberse sentido desconcertado por la falta de recursos de los entes fiscalizadores para realizar su labor: “Llega a parecer tragicómico, el Servicio Nacional de Pesca no tiene medios para fiscalizar, no tiene embarcaciones. Cuando tienen que hacer los controles tienen que pedir a la misma industria del salmón que por favor lo lleve”.
Además, rememora la desesperanzadora respuesta que recibió hace dos años al preguntarle a los representantes de la industria salmonera si estaban preparados para lidiar con un posible suceso como es la proliferación de algas nocivas debido a los cambios de temperatura: no, no están preparados y no tienen los medios.
Esto es especialmente grave si consideramos que, aún en conocimiento de los inminentes daños irreparables al medio ambiente, la industria salmonera sigue creciendo. En palabras de Álvaro Vidal, abogado de Fundación Terram, extraídas de su columna de opinión para Ciper:
“Es necesario dejar en claro que el problema que, en sí mismo, representa la generación de mortalidades masivas de salmones, no puede entenderse sino como un riesgo que, tanto la institucionalidad como el gremio salmonero, han asumido y aceptado en la decisión de permitir zonas de alta concentración productiva en lugares conocidamente vulnerables al cambio climático y previsiblemente proclives a eventos de FAN, cuestión que desde hace tiempo resulta verdaderamente injustificable”.
Alternativas
Ramón Navarro asegura que está claro que la industria del salmón, a pesar de los puestos de trabajo que genera, tendrá que desaparecer: “La acuicultura viene creciendo de una manera gigante en tierra, donde van a poder tener un control absoluto de las temperaturas, de las plagas y de los residuos de cada pez que estén cultivando”.
Aún así, parece que a Chile le queda un largo camino para hacer este cambio: “Le pregunté a Arturo Clemens, Presidente de la Asociación de la Industria del Salmón de Chile A.G. por qué no lo hacen todavía en Chile, dado que es el modelo que viene, y me dijo que todavía no es rentable, que se hará el día que lo sea”, cuenta Ramón.
Juan Carlos agrega que lo dicho es obvio especialmente en Chile, pues, según explica, los costos de cultivar salmón en fiordos, canales y mares interiores es muy bajo. “No pagan prácticamente nada por las concesiones y luego no pagan por los daños y costos ambientales, que en países desarrollados sí se pagan. Evidentemente les sale más barato producir en un lugar donde puedan contaminar y botar sus desechos sin problema”.
Así pues, aunque podría llegar a ser una alternativa, el cultivo en tierra es cosa del futuro, y las soluciones se necesitan hoy. Por esto, lo que Navarro y Viveros marcan como el camino a seguir es el fortalecimiento del turismo.
Juan Carlos asegura que en Defendamos Chiloé investigaron cifras relevantes de múltiples bases de datos de instituciones como el Banco Central, el Instituto Nacional de Estadísticas, la Subsecretaría de Turismo, el Servicio Nacional de Turismo, entre otros. Viveros afirman que dichas estadísticas muestran que el sector del turismo trae considerablemente más beneficios que la industria salmonera.
“La industria del turismo aparte es un motor al desarrollo, que encadena la pesca artesanal, el transporte, que encadena la pequeña agricultura familiar campesina, la economía local, el comercio. Entonces, cuando tienes un motor que genera más o menos las mismas divisas que la industria salmonera, 16 veces más trabajo y que encadena a los demás sectores productivos, lo que tienes ahí es un modelo de desarrollo sostenible, versus un modelo extractivista que arrasa con todo lo que pilla y que no paga los costos sociales y ambientales”, explica Juan Carlos. “Chile tiene un camino marcado, que es el camino del desarrollo sostenible”, concluye.

El saber es poder
El llamado de los activistas es a ser conscientes de los daños causados por las salmoneras y a tomar acción. Cabe destacar que esta toma de conciencia implica entender que el punto central no es la producción de salmones como actividad, sino la forma descontrolada y desregulada en la que se está realizando en lugares que debiesen estar protegidos de toda contaminación.
“El gran impacto que están generando en este momento es que están trabajando en ecosistemas marinos que son frágiles. No es lo mismo producir en tierra, con todo el ambiente controlado, o en el océano, que igual contamina pero mucho menos. Ese es el gran daño, creo yo. Hoy no puedes seguir teniendo una industria extractivista en un lugar que tiene sistemas tan frágiles. Es ahí donde tenemos que centrar hoy día el debate, la conversación y el diálogo”.
Juan Carlos Viveros.
Ramón Navarro también da gran relevancia al impacto social y cultural del crecimiento desenfrenado de las salmoneras, y se lamenta de que la industria está arrasando indirectamente con la pesca artesanal y su cultura. Por esto, el surfista invita a que aprovechemos el estar viviendo en un mundo tan globalizado que nos permite saber de dónde viene nuestro alimento.
“Tenemos en un click las opciones de saber qué nos estamos metiendo a la boca”, afirma Navarro. “Entonces ahí hay una oportunidad. El consumidor, nosotros, tiene la responsabilidad de informarse, de saber de dónde viene su alimento. Sí pueden comer pescado, pero infórmense de dónde viene. Lo mismo con la carne y las verduras, porque puede verse muy lindo en la mesa, pero la historia que está detrás puede ser muy diferente”, añade.
Al saber de dónde viene lo que comemos, no solo nos brinda la oportunidad de cerciorarnos de estar consumiendo algo seguro, libre de tóxicos y de calidad, sino que también podemos asegurarnos de estar apoyando en el sustento de una comunidad y la continuación de una tradición.
Diálogo
Tanto Navarro como Viveros reiteran en la conversación que su propósito es abordar estos delicados temas con una mirada positiva, con la intención primordial de invitar al diálogo y a la búsqueda conjunta de soluciones. Es más, el miembro de Defendamos Chiloé afirma que no se trata de una guerra entre defensores de los ecosistemas y la industria salmonera, pues este conflicto dejaría de existir si el Estado aceptara la invitación a hacerse presente.
“Cuando el Estado está ausente, se genera un conflicto ficticio, en el que están por un lado los que defienden el medio ambiente y por otro lado las industrias extractivas, salmoneras, acuícolas, llámale como quieras. Pero esa pelea no es real, eso sucede porque el Estado, que es el ente que tiene que regular con un modelo de desarrollo, con políticas públicas, con legislación, no está. Cuando se desaparece el actor que tiene que regular, controlar, supervisar, queda la escoba y se genera esta pelea ficticia del medioambientalista contra el extractivista, que no tiene porqué suceder”, dice Juan Carlos.
En la misma línea, Ramón destaca que hay que empezar a conversar y a preguntarse acerca del legado que dejaremos a las futuras generaciones: “¿Cómo quieres que te recuerden? ¿Con qué cara después le vas a estar contando a tus hijos, a tus nietos que tú fuiste partícipe de esta destrucción de ciertos lugares, de tradiciones, de la contaminación de tu país?”.
Ramón navarro.
Queda en evidencia que para hacer frente a los inminentes desastres ambientales, como el ocurrido en el fiordo Comau, es crucial poner todos estos temas sobre la mesa. Es hora de sentarse a concebir ideas y alternativas pensando en un crecimiento económico sustentable que incluya a todos los sectores de la sociedad.
“La clave es el diálogo, que el Estado se haga presente y que se generen mesas de trabajo donde estén todas estas fundaciones, organizaciones científicas, expertos nacionales e internacionales. Chile tiene todo eso, tiene los conocimientos científicos, técnicos y profesionales para saber qué hacer. Pero no estamos sentados en la misma mesa la sociedad civil —ONGs, fundaciones, comunidades indígenas, pescadores—, el sector público y el sector privado, esas mesas aún no existen”, concluye Viveros.
No debemos olvidar que, como habitantes de este territorio, somos los protagonistas de esta situación y, por ende, somos lo que podemos generar un cambio si así lo queremos. Desde fijarnos en la historia detrás de los productos que consumimos, a sumarnos a iniciativas como la de Patagonia para exigir la salida de salmoneras de los valiosos y frágiles ecosistemas del sur de nuestro país.