Tras la pandemia, habían pasado ocho meses desde que con RunologyProject no gozábamos de un sendero juntas, y la ansiedad de volver a re-correr uno, rodeadas de alerces milenarios, olor a bosque y amigos nos tenía casi sin dormir. Esta vez nos adentramos hacia el Lago Tagua Tagua y Río Puelo.
Por Carola Fresno. Fotos Gentileza Runology Project.
Viajar en tiempos de COVID
El Lago Tagua Tagua y Rio Pueblo serían nuestro 12vo destino al cual nos acercábamos con un tremendo grupo humano lleno de energía y emoción. Respirando aire puro, del bosque, sintiendo la lluvia caer y meterse por entre la chaqueta y la primera capa. Ansiosos de escuchar a las ranas croar por la noche, y de empaparnos de ese olor a bosque que ya tanto extrañábamos.
Y es que la pandemia no solo hizo que muchos nos encerráramos en nuestras casas y no pudiéramos salir, sino que nos hizo atrasar proyectos y que varios nos llenáramos de pasajes cancelados y/o pospuestos.
Pero, no logró (ni ha logrado) que nuestros sueños e ideas de mantenerlos en la ruta, ¡se vayan! Y es que, nuestra interminable, llena de opciones, lista de destinos, solo crece y se fortalece cada día que pasa. ¡Y más aún después de estar encerrados tanto tiempo! Es por esto que apenas pudimos, lanzamos una nueva fecha y destino entre amigos, ¡y partimos!
La seguridad del grupo y de la gente con la que interactuaríamos era prioridad para nosotras como organización, es por esto que pedimos PCR Negativos con máximo 72 horas de validez a los que se sumaban al viaje. En los lugares que alojamos, éramos los únicos y, tratamos de ser lo más cuidadosos posible con cada una de las personas con las que interactuamos.
Comienza la Aventura
PCR’s negativos y con los permisos colectivos en mano, el primer día nos juntamos todos alrededor de las 10 am en la casa de la Teté Onetto, que queda camino a Ensenada. Aquí nos dividimos en los autos que seguiríamos, ordenamos bolsos, mochilas y seguimos camino a Puerto Canelo, que queda a aproximadamente a 2,5 horas hacia el este.
Aquí nos estaban esperando dos pangas de Barraco Lodge, para llevarnos hasta la entrada del Parque Tagua Tagua. Llevábamos con nosotros solo lo que usaríamos y comeríamos ese día y el próximo.
La entrada al parque es un enigma, porque desde el agua no se logra ver claramente hasta que no te la muestran: una increíble barrera natural que tiene este parque privado, de más de 3.000 hectáreas, ubicado en el Lago Tagua Tagua, a 170 km al este de Puerto Montt.
Una vez en el parque comenzamos la caminata de 9,5 km hacia el Refugio Alerces, donde alojaríamos. El camino estaba barroso, ya que llovía a cántaros. Con una pendiente tranquila, el paso que pudimos llevar fue bastante rápido y en menos de dos horas los primeros llegábamos al Refugio, acompañados de más de un chucao que nos iba mostrando el camino.
Absortos frente a tanta belleza, paramos más de una vez a fotografías los altísimos alerces milenarios, enormes coihues y a gozar de la inmensidad que ofrece el mirar líquenes desde cerca.
Llegamos a tiempo de montar un rico aperitivo y disfrutar del caer de la tarde, al borde de la laguna de alerces muertos, mientras los que no se conocían, se empezaron a intercambiar conversaciones. Y los que no nos veíamos hace mucho, poniéndonos al día.

Y seguimos…
Al día siguiente, un pequeño grupo subió a la siguiente laguna y refugio, Quetrus, que está 4 km más arriba. El resto disfrutó de un largo desayuno y el seguir haciendo “bonding”.
El sendero de bajada fue rápido, y aún más barroso ya que llovía sin parar.
Las lanchas nos estaban esperando en la entrada, listas para llevarnos a nuestro segundo destino, Puelo arriba. Justo en la intersección del Río Manso y el Puelo se encuentra el campo de Jovino y Paulina, una pareja patagónica de esas que te dan ganas de haber conocido antes.
La llegada fue soñada, justo se abrió el cielo, dejó de llover y el río se calmó. Apareció la casa como entre las nubes y nos abrió las puertas llenas de cositas deliciosas preparadas por la Paulina. Aprovechamos de poner toda nuestra ropa a secar, y descansar. El trote pronosticado para este día quedó para una próxima visita, ya que la casa y el paisaje invitaban a contemplar, más que a seguir mojándonos.
Aprovechamos de ducharnos y hacer labores de campo, desde huertear, darle de comida a los animales; hasta sentarse junto a Jovino a preparar el cordero que nos comeríamos horas después.
Tarde de camping y contemplación seguida de una rica comida preparada con ingredientes que se encuentran en el campo, ¡una experiencia de agro turismo regenerativo única!

Último día
El tercer día partía tempranito ya que nos esperaba un sendero de 6 km con más de 1.200 metros de desnivel positivo, del cuál seríamos los “del estreno”, ya que nunca se había subido con pasajeros.
Salimos desde el Manso hacia el comienzo del Lago Tagua Tagua, donde se encuentra el Barraco Lodge. Al llegar, dejamos todas las cosas ahí y los valientes que decidimos ir a por el sendero, partimos “al cielo”.
¡El sendero es simplemente alucinante! Muy empinado y lleno de pasos técnicos que ameritan cuerdas, escaleras y mucha fuerza para subir algunos peldaños; que, para las paticortas, se sentían cual escalada.
Abrazando alerces y tratando de adivinar cómo se llamaba cada ave o insecto con los que nos topábamos, íbamos subiendo mientras aparecían claros en el camino que nos mostraban distintos paisajes del lago, hasta que nos adentramos en un bosque de lengas enormes, en donde aún quedaba nieve del frente climático que habíamos estado teniendo los días antes.
Una vez en la cumbre, admiramos la laguna a la que se llega, comimos nuestro almuerzo y esperamos la gloriosa y súper estelar bajada en helicóptero. Y es que el sendero se puede bajar caminando, obviamente, pero ante la oferta del Barraco Lodge de bajarnos en helicóptero, no hubo negaciones.
Una vez abajo nos esperaba una tarde de hot tub, aperitivos deliciosos y una noche de “make your own pizza” en el quincho, la que terminó en baile y muchas risas.

Volver a viajar y gozar en grupo
Volver a estar juntos, reírnos, caminar, correr, abrazar árboles, sentir ese olor a bosque, jugar generala, bailar y acordarnos de viajes pasados, nos llenó el alma a todos. Como dice la Ignacia Benavente, una de las cosas que más le gustó fue “estar en el bosque del parque Tagua Tagua, porque éramos los únicos y el lugar simplemente es mágico”.