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Diego Señoret: Más allá de la montaña

“Cuando estaba a punto de llegar la cumbre del Cerro Torre, me emocioné tanto que me puse a llorar a gritos, mi viejo se había muerto hace menos de un año, entonces para mí fue demasiado emocionante. La imagen de mi viejo, estar cumpliendo el sueño de subir este cerro, es ahí donde uno siente la verdadera energía que tienen las montañas, porque yo de emocionarme y llorar a gritos, me pasa ahí y en ningún otro lado”, me dice Diego Señoret (28) con energía que siento yo mismo. El recuerdo lo tiene claramente vivo como pocos.


Por Enrique Marmentini. Fotos Cici Rivarola.

Diego Señoret fue la portada de la edición 06 de Outside Chile; la revista y entrevista fue publicada en septiembre de 2016. Hoy, luego de un mes de su muerte y a modo de recordar a este tan querido escalador y montañista chileno, compartimos lo que Diego quiso transmitir a través de estas líneas, donde su esencia y visión se reflejan en cada palabra que dice.


El Cerro Torre. El mero nombre nos transporta a las interminables paredes de granito helado, décadas de épicas y personalidades extraordinarias que centraron su actividad alpinista en lo que en su momento se consideró el cerro más complejo de escalar del mundo, sinónimo de un clima del terror, de días atrapado en un vivac gélido, de meses con solo cuatro días despejados y raciones que se van acabando a pasos agigantados. Para Señoret, uno de los alpinistas chilenos más prolíficos del último tiempo, una escalada trascendental, resultado de enseñanzas que han llegado como parte de un camino que durante un buen tiempo se vio bastante oscuro, y que a principios de este año lo llevó a él y a su igualmente extraordinaria cordada -compuesta por Seba Rojas y Andrés Zegers– a coronar la cumbre de uno de los objetivos más codiciados por los escaladores a nivel mundial en tan solo seis días, aprovechando las maravillas de la predicción meteorológica de los tiempos modernos. Otros ascensos de calibre global, como la Variante Sativa en el Paine Grande -también abierta a principios de año por Diego- dan cuenta de un año más que provechoso en cuanto a escalada de grandes paredes se refiere para este compatriota.



Aun así, su expresión lo dice todo. La manera en la que Diego se refiere a la muerte de su viejo -más allá de la extrovertida, enfática y ruidosa manera que tiene para conversar y relatar sus épicas historias- no deja duda de cuanto lo marcó, como lo enfrentó cara a cara con una nueva realidad: “Mi papá  (Víctor Señoret) murió hace dos años y medio, justo en un momento en que yo me encontraba escalando en Cochamó, fue la experiencia más dura en mi vida”. Por sobre el tupido e increíblemente verde bosque patagónico, sobre las paredes infinitas de la región de Los Lagos -las mismas que en sus comienzos como escalador lo dejaron pasmado y lo inspiraron a buscar objetivos más complejos y refinados- es donde la noticia le llegó como un golpe. La misma persona que lo introdujo de cabro chico al mundo del deporte como estilo de vida cumplía su ciclo terrenal:

“Mi papá tuvo cáncer durante varios años […] me llamó mi hermana por teléfono satelital y me contó la noticia. Partió super mal la muerte de mi papá porque no estaba cerca de mis familiares al tiro, cuando pasó, entonces todo ese lapso de Cochamó a Santiago hasta llegar a mi casa fue de los minutos más duros de mi vida”.

“Él era el patriarca de la familia, tenía 84 años, tuvo dos matrimonios, tuvo dos familias. Primero tuvo cinco hijos con su primera señora y después con mi mamá, que tuvo su segundo matrimonio tuvo cuatro hijos, yo soy el más chico. Era el que unía las dos familias, y lamentablemente cuando se fue, cambió todo radicalmente. Diez días después que se murió, me lesioné la espalda y no pude escalar en cinco meses porque estaba con la espalda atrofiada entera. Al final me dijeron que era un tema emocional”.

A dos años de la traumática experiencia, Diego ha sido capaz de sacar cuentas alegres, ver el otro lado de la moneda. A pura recuperación y corazón, el escalador ha podido ver las enseñanzas que le dejó la experiencia de su vida: “hoy en día sé que tengo mi ángel guardián y en cada montaña que visito siento su presencia”.



La muerte nunca ha sido una realidad ajena a Diego. Después de todo, la actividad de montaña en cualquiera de sus formas, involucra una inevitable cercanía con  esa posibilidad, una que está siempre latente y que no distingue talentos o habilidades. Es la manera de enfrentarla y tomársela la que ha cambiado para él:

“Me ha tocado vivir la muerte de escaladores cercanos y es fuerte. Obvio que te hace cuestionarte a ti mismo sobre la actividad, pero también uno tiene su propia historia y cuando te toca, te toca, compadre. Cuando te toca la muerte, cuando la piedra tenía tu nombre, te va a llegar en la cabeza y te mataste nomás. Pero si la historia no es así, y te toca seguir viviendo, hay que seguir disfrutándolo. Si la vida no es eterna, tenemos que estar super conscientes que la muerte es parte de la vida, y la tenemos que tener super asumida. Es bueno tenerla asumida, en el sentido que te preparai, porque cuando se te muere un ser querido, mucha gente no encuentra respuesta, y queda perdida en el mundo […] la gente quiere, la gente ama y tiene corazón, pero tiene que asumir que se va a morir, y tenís que dejar que cuando tus seres queridos partan, partan bien y vuelen alto, no tenis que andar llamándolos y llorándolos todos los días porque tienes que dejarlos ir, tienes que aceptarlo, saber aceptar la muerte, es algo super difícil para el ser humano”.

Con el miedo a la muerte fuera de la ecuación es que Diego ha sido capaz de empujar el límite de su escalada, más allá de lo que pensó posible en algún momento, buscando nuevas formas de expresión vertical que han sido clave a la hora de hollar sus más recientes y épicos ascensos:

“Si hay algo que me cautiva realmente hoy en día es la escalada en hielo. Para mi cualquier cerro que puedas hacer que involucre netamente escalada en hielo es algo que me llama mucho la atención para ir a hacer. Es quizás la rama de la escalada que más me llama la atención hoy en día y la que más quiero seguir desarrollando. Es una escalada demasiado increíble, demasiado natural. Cuando aprendes a moverte en el hielo de manera sólida te sientes seguro, bacán”. Tanto su ascensión al Torre por la legendaria Ragni route como la ascensión al Paine Grande por una variante de la ruta del mítico escalador transandino Rolo Garibotti fueron íntegramente escaladas de hielo de enormes proporciones, hazañas que no han hecho más que elevar la vara con la que se mide el desempeño de los escaladores nacionales.

Con una buena cantidad de ascensos respetables bajo el brazo, Diego pone en la balanza lo logrado hasta el momento, y la evaluación resultante es sincera, ayudando a poner en perspectiva un fenómeno que se  ha venido desarrollando a nivel mundial, uno que va de la mano del exponencial avance tecnológico del mundo moderno: “Hoy en día los equipos, para pasar el frío, la climatología, eso antes no existía, antes los los weones iban y se metían con el clima malo nomás, algunos se mataban, otros rebotaban, y hacer una cumbre era algo histórico. Hoy en día las cumbres están al alcance, porque tenís el clima, tenis la estrategia, tenis el equipo, tenis los compañeros”.

La motivación para lo que viene de ahora en adelante es palpable apenas se le pregunta a Diego sobre lo que tiene en mente a futuro: “¡Ayayay! ¡La pregunta del millón! ¡Cuál es el cerrito que se viene ahora! Hay varios proyectos en la Patagonia, y por supuesto que uno sueña también con salir, con ir a Yosemite, con ir a los Himalayas, con poder escalar en las Dolomitas en Italia, en Los Alpes en Francia […] pero si hay un lugar que te tuviera que decir que me llama la atención y que me gustaría visitar antes de morir, si o si, son las Torres del Trango en Pakistán. Me encantaría ir porque considero que es una escalada llevada al límite, a otro nivel, estás escalando paredes de 2000 metros de largo a 6000 metros de altura, entonces la dificultad, el desafío es gigante, aparte que estas al otro lado del mundo, estas en Pakistán, cerca de los Himalayas, otra cultura, otra gente, entonces de verdad es un sueño para mi visitar ese lugar”. 



Más allá de las cumbres, el centro de su quehacer, Diego ha encontrado también un balance en su vida personal y familiar.  “Yo creo que a todos los seres humanos nos gusta ir a los lugares increíbles de la naturaleza […] obviamente que si tú te proyectas con una persona que es escaladora vas a tener en el ojo de la lupa que está haciendo esa persona, cuál es el otro proyecto, cuáles son los peligros, y cuídate mucho, porque está claro que es un deporte riesgoso, está claro que puedes ir a una montaña y no volver más, y en ese sentido obviamente que uno a medida que pasan los años y te proyectas con la persona que tienes al lado te cuestionas las actividades llevadas al extremo […] cómo será el día de mañana si tengo un hijo ¿Estaré haciendo los mismos proyectos? ¿No estaré haciendo los mismos proyectos? Quizás no pos, weón. No puedo arriesgarme así teniendo un hijo que ver crecer, que educar, que alimentar. Yo no te voy a decir que el día de mañana quiero formar familia y que voy a dejar la escalada. Puede que no sea así, puede que siga llevando la actividad al extremo toda mi vida, puede que el día de mañana me mate en una montaña, pero no es lo que quiero. Y me gustaría el día de mañana obviamente tener mi familia y mi señora, pero por el momento me lo tomo con calma, y mis proyectos me los tomo con calma […] sé que con mis compañeros somos súper preocupados por la seguridad, que entre nosotros nos cuidamos a muerte y también eso te da seguridad y confianza”.

Trepe Tercermundista

A la hora de traer a colación el desarrollo de la actividad alpina en Chile, Diego no tiene pelos en la lengua para criticar los aspectos en los que, a pesar de ser un país de montaña por definición, nos quedamos atrás, marcando ocupado. La falta de una escuela de montaña de verdad pareciese ser uno de los temas más acuciosos, en el que coinciden muchos:

“Yo creo que los montañistas que han surgido acá en Chile han surgido porque tenemos paredes y montañas. Hay algunos pocos que han dicho “Qué es esto” y ellos mismos, por sus propios medios han logrado llegar a la escalada o la montaña, pero aquí no tenemos una cultura o una escuela que forme, no tenemos eso. Yo lo veo, los que quieren aprender montaña desde más abajo nos están preguntando a nosotros […] porque los weones no tienen la información si no es de los que vienen un poco más arriba, para nosotros haber tenido a Andrés Zegers, Pepe Edwards, Nico Gutiérrez, ver al Jimmy Mora con el Yiyo, y así como se me pueden escapar miles de nombres, es un privilegio. Ellos nos enseñaron muchas cosas […] en cambio el weón que no tiene esos referentes arriba tiene que buscar, tiene que arriesgarse, tiene que recorrer un camino mucho más duro, que es el que recorrieron estos cabros que son mayores que nosotros, que igual tuvieron sus referentes, pero cuando el deporte estaba mucho más a poto pelado. El camino de ellos fue mucho más difícil que el de nosotros, porque nosotros tuvimos muchas más herramientas”.

Por otro lado, el libre acceso a la montaña y una regulación acorde al valor cultural de la misma ha brillado por su ausencia, y es un tema al que Diego, como escalador y hombre de montaña, le toca como pan de cada día:

“Me toca cuando voy a escalar al Alfalfal, y tengo que pedir un permiso para poder entrar, y muchas veces no te lo dan y tenís que entrar caminando porque tú decís “¿A mí  quién me va privar de esto? Pesco mis cosas y voy a la pared igual”.

Y continúa: “Me ha pasado que he ido las paredes de Rengo y no se puede pasar porque está a cargo de una familia, son terrenos privados. Hoy en día para entrar al cajón del Arenas, que es un paraíso, que debiera ser parque nacional, está siendo intervenido por Alto Maipo. Te privan la entrada, te ponen horarios, ves cómo están dinamitando allá arriba, ves como los ríos se contaminan, entonces en ese sentido yo creo que vamos mal encaminados […] cada día se nos están privatizando más lugares. Hace un par de años se viene hablando que van a cerrar El Arrayán, y así con todos los sectores. Tú vay a Cochamó, y en Cochamó te están cobrando todos los weones pal camping. Y si hay algo que yo pude percibir de la escalada desde que era chico, es que es un deporte que es practicado en la naturaleza, y no debería ser lo correcto que tengas que andar pidiendo permiso para ir a la naturaleza, o andar pagando a un weón, porque la naturaleza es de todos po, weón. El acceso al mar es de todos y la montaña tiene que ser de todos también. No me parece que weones compren un terreno, y cerquen todo, porque por último cómprate el terreno, deja un acceso, deja un senderito, haz un caminito para que la gente pueda acceder por ahí y no te hueveen a vos en tu casa. Pero no cierren los accesos”.



Hay harta gente creando entidades que defienden el acceso a las montañas […] por ahí hay que ir luchando. Al final sacar la pluma y la flecha, te va a llevar a nada, a la agresividad, al enfrentamiento. Al final somos todos gente civilizada hoy en día, y tenemos que entendernos, tenemos que crear entidades para poder defender las montañas, para hacer entender a la gente que las está cerrando que tienen que estar abiertas, el acceso para la gente que quiere ir. Es terrible para todos los montañistas -o aunque no fuera montañista- encuentro terrible que no haya acceso a la montaña. Las montañas son patrimonio nacional, patrimonio cultural del mundo”.

La montaña, tanto para Diego como para una serie de escaladores nacionales que se vienen proyectando desde hace un buen tiempo, es una parte más de un estilo de vida. La búsqueda del vacío, del trance de estar sumido en el trabajo que demanda la pared, el compañerismo, cada parte del resultado final. La imaginación y el aspecto creativo del alpinismo y la escalada en general, como en cualquier actividad de exploración -y también como en el arte- es un elemento que se suele pasar por alto. Para Diego, el arte de la escalada es como cualquiera. La pasión no se decide ni se elige. Una pasión que Diego ha recorrido y en la que se ha sacado la cresta, por tan solo eso: amor al arte.


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