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Ramón Navarro: De frente al mar

Enraizado profundamente con el mar, Ramón Navarro busca devolverle todo lo que éste le ha dado a lo largo de su vida. Y así lo ha tratado de hacer, participando activamente en diferentes campañas -junto a diversas ONGS y compañías privadas, para concientizar acerca de la importancia de proteger los bordes costeros, en especial el de su natal Pichilemu; aprovechando la amplia tribuna mediática que se ha ganado a raíz de su destacada carrera como sufista. Erigiéndose como uno de los deportistas más comprometidos con el resguardo de nuestros océanos, Ramón se da el tiempo para desmenuzar su historia, sus inquietudes y sus grandes sueños, tan grandes como las gigantescas olas que sigue persiguiendo. 


Por Felipe Arias. Fotos por Cici Rivarola.

Sueños de pescador 

Si hay recuerdos marcados a fuego en la cabeza de Ramón, esos son los sonidos de sus primeras veces enfrentando al indómito océano pacífico acompañando a su padre en sus labores de pescador artesanal, durmiendo dentro de un ruco- construcción de madera donde se resguardan los pescadores durante sus faenas- con apenas seis o siete años. “Recuerdo el ruido de las olas y de los lobos gritando. Fue una de las primeras cosas que me quedó grabada hasta el día de hoy, cierro los ojos y llego a ese momento. Y luego recuerdo así de verdad pescando, a mi viejo bajando por este mismo ruco sacando corvinas. Y ya después de los ochos en adelante, que tengo buena memoria, recuerdo la pesca. Sacar tremendos lenguados de 10 kilos, congrios de 10 kilos, que nunca más los vimos. Mi viejo tiraba la chispa pa’ adentro y yo ponía el nylon, y salía caminando pa’ afuera con la corvina; tiempos de oro”, rememora con nostalgia.

El pequeño pichilemino soñaba con ser buzo pescador al igual que su padre, y aprender y hacer exactamente lo que éste hiciera. Sin embargo, encontró una férrea oposición de parte de su progenitor. “Mi viejo no quería, y se resistió por muchos años. Me decía, “oye, es sacrificado, ya no hay tantos recursos, los viejos de los fundos a veces te dejan entrar, a veces no”. Ya no era el gran negocio que era antiguamente. Estamos hablando de 25 años atrás. “Tú tienes que estudiar”. Y tiene que ver con que antes estaba esta cultura de que para ser un profesional o para ser alguien en la vida, tenías que entrar al sistema, ojalá irte a vivir a Santiago, estudiar, tener una carrera y vivir en la ciudad. Y eso era, como “la hizo”. Ahora las cosas han cambiado y se está volviendo a lo que era antes”, asevera.

Un juego de niños cuicos

A mediados de la década del 80, Pichilemu comenzaba a recibir a los primeros surfistas, provenientes de familias acomodadas, en su mayoría de Santiago. Ramón, que en ese minuto desconocía el nombre de la disciplina que veía ante sus ojos, se sentaba en las rocas a mirar cómo estos pelucones de cabellos claros montaban olas, anhelando algún día poder hacer lo mismo. Justamente, fue en esos años en que comenzó a tener sus primeros acercamientos con este deporte.

Comenzando todo como un juego de niños junto a sus amigos del barrio, con quienes pasaban días enteros jugando en el mar, con tablas de body, de surf o lo que encontrasen, turnándose para ocuparlas, así como sucedía también con los trajes. Luego vendría un inesperado obsequio: una tabla partida en dos, la que fue reparada por el imberbe pichilemino, convirtiéndose en su primera tabla.

“Yo cuando le decía a mi viejo que quería ser surfista profesional, se reía, y tenía toda la razón, y me decía: “¿y cómo quién?, si son puros santiaguinos cuicos que vienen a carretear acá a Pichilemu, y dejan la caga”. Y no estaba ni siquiera un centímetro lejos de la realidad, era la pura verdad. Llegaban con auto y tablas arriba, iban para la discoteque, dejaban la caga, y de vuelta pa Santiago, o pa donde sea. Esa era la imagen que había del surfista”, recuerda.  

Claro que el experimentado surfer considera que este estigma ha cambiado totalmente con el paso de los años: “Actualmente es diferente, y tú lo puedes ver en el nivel al que se ha empujado el surf. Y tú cuando lo ves desde el exterior, te das cuenta que este loco pa estar surfeando olas de diez metros, claramente no es un carretero; este otro para tirar lo aéreos que tira, claramente entrena, sino pasaría quebrado o lesionado. Esa imagen yo creo que ya pasó. No te voy a decir que no existe ese tipo surfista, como existe en todos los deportes, pero obviamente la imagen cambió”, cuenta.



Un desadaptado e incomprendido adolescente 

Para fortuna de “Ramoneta”- como le dicen sus amigos-, su familia nunca se opuso a su pasión por el surf, sino que al contrario, asegura que siempre ha recibido un fuerte respaldo de su familia. No por nada sus padres decidieron hacer un esfuerzo económico para comprarle su primera tabla. “Mi viejo siempre fue, “dale pa adelante en todo lo que tú querai, hazlo bien, de la mejor manera”. Mi viejo quería que estudiara ojalá alguna carrera profesional, pero nunca me reprochaban el tema del surf, porque en verdad me veían muy motivado. Veían que los niños de mi edad salían a carretear a la disco, y yo me quería acostar para levantarme ojalá a las siete de la mañana para ir con mi viejo a sacar la red e irme de ahí a surfear. Y hasta el día de hoy trato de hacer lo mismo. Trato de estar el mayor tiempo en el agua, pero en esos años era un enfermo por surfear. Nunca el surf fue un problema, porque me veían muy enfocado en eso. Siempre tuve mucho apoyo de parte de mi familia”, dice. 

Sin embargo, y donde sí tuvo complicaciones, fue durante su etapa escolar, debido a su carácter inquieto y enérgico, lo cual lo llevó a ser expulsado de un par de establecimientos educacionales. “Yo era un niño desadaptado para el sistema educacional tradicional, debido a la cantidad de energía que tenía por un deporte. Antes del surf yo era un desordenado de mierda, me echaron de todos los colegios, llenaba libretas de anotaciones porque era inquieto, no me quedaba tranquilo, tenía demasiada energía”.

“En un momento, en el colegio decían que tenían que darme ritalin. Mis viejos menos mal no quisieron, por lo mismo, porque no entraba en el sistema de educación normal, de estar con corbata y terno sentado en una silla sin hacer nada. Si en esta entrevista estoy medio aburrido estando sentado -asegura entre risas- Tenía mucha energía, quería hacer deporte, quería ir a pescar, o andar leseando con una honda en el cerro. No calcé en ese sistema hasta que en primero medio entré a este colegio de monjas, donde me entendieron que lo mío era surfear, que si me dejaban surfear me quedaba tranquilito y no molestaba a nadie Y fue un cambio muy radical, me dieron permiso para ir a los campeonatos”, evoca.

Precisamente, esta misma problemática es la que, a juicio de Ramón, termina truncando las carreras de muchos futuros deportistas: “Te doy firmado que hay una cantidad de deportistas frustrados o talentos perdidos en Chile por lo mismo, porque no calzas en este sistema educacional. Y eso es lo tan alucinante que encuentro de los sistemas alternativos de educación, llámese Montesori, Waldorf, u otros, donde te califican por tus actitudes. Es como el chiste este donde ponen una jirafa, un elefante y al mono, y a todos les piden subir al árbol. Todos tienen diferentes talentos y que seas malo en una materia no significa que seas mala persona, o que erí un desadaptado, o un ignorante”, asegura.

Por ello, no es casual que su hijo Inti, de 7 años, asista a un colegio Montesori en Pichilemu, el cual fue creado por un grupo de amigos suyos. Decisión que fue impulsada por la esposa de Ramón. “Su educación es alucinante, yo no tenía idea de qué se trataba. Me llamó mucho la atención de que hacen participar a los papás en cada uno de los procesos del niño, fue alucinante”, asevera.

Una aventura que lo cambió todo

Corría el año 1999, y Ramón, que ya había acumulado una decena de competencias  en el cuerpo, decidió acompañar a California a su amigo y surfista Diego Medina. Vendiendo su tabla, y embarcandose en una aventura que lo tuvo trabajando en lo que saliera: construcciones, pintando casas, cortando el pasto, e incluso vendiendo empanadas, elaboradas en un horno de barro hecho por sus propias manos.

Su meta era comprarse una tabla y cumplir su anhelo de correr olas grandes en Hawai, de la mano de su gran amigo hawaino Kohl Christensen, a quien Ramón considera como su gran inspiración en esta disciplina, y como un “loco de mierda” en olas grandes.

“Hawai fue como lo que me abrió los ojos. Si bien en Chile hay unas tremendas olas, yo nunca las había mirado con estos ojos de buscar olas gigantes. Entonces cuando fui a Hawai y vi el tipo de olas que habían, cómo la gente las surfeaba, las tablas que tenían, fue como “woou, sabís que tengo la mismas olas al frente de mi casa en Pichilemu, y hay muy poca gente que las está surfeando”. Fue casi como reinventar mi carrera, porque si bien yo quería ser surfista profesional, pero nunca he llegado a tener el nivel así de aéreo del nivel de competencia; en olas grande yo vi una oportunidad muy grande por lo mismo, porque sabía que en Pichilemu habían tremendas olas, sabía que en muchos lugares de Chile habían tremendas olas gigantes, que la gente si bien las estaba surfeando, pero no en su máxima expresión, no al nivel que se podía, después de ver aquello en Hawai; y también teniendo muy en claro que hay muchas olas por descubrir. Te estoy hablando de quince años atrás, entonces eso fue lo que me hizo el gran click en mi cabeza, y dije me agarro una de estas tablas grandes a Chile, y empiezo a darle a las olas grandes allá, porque me gustaba, porque con el Kohl empecé conocer esa pasión”, relata.


Ramon Navarro surfeando en Antártica, Chile en Diciembre de 2013. Foto, Juan Luis De Heeckeren.
Ramon Navarro junto a Dan Malloy en Antártica, Chile, Diciembre de 2013. Foto, Juan Luis De Heecheren.

Haciéndose un nombre en la meca del surf

Desde aquella transformadora experiencia, el temerario pichilemino no paró de visitar a Hawai durante cada temporada, en búsqueda de esas monstruosas paredes de agua que tanto le apasionaron. Tratando de dejar la vida en cada marejada, para de este modo mostrarse y así poder llegar algún día a ser reconocido en aquel lugar icónico para este deporte, donde se realiza el campeonato de olas grandes más importante del mundo: el Eddi Aikau.

Reconocimiento que llegó con el tiempo, tras una serie de destacadas actuaciones, tanto en Chile como el extranjero, las que le valieron ser invitado a este prestigioso evento en 2009. “Eso fue para mí un sueño hecho realidad. O sea, yo cuando empecé a surfear olas grandes soñaba con poder estar invitado al Eddi. Y no pasaron ni cuatro años y ya estaba en el Eddi de verdad. Fue algo alucinante, no lo podía creer. Llegar a ser alguien en Hawai es una de las cosas más difíciles en el mundo del surf, porque es una cultura del surf bien cerrada, donde todos quieren ir allá, todos quieren una tajada de este pedacito del surf, y todos quieren hacerse conocidos. Por un lado, la exigencia en la parte deportiva es alta, y ganarse el respeto es difícil”,

“Haber quedado quinto de veintiocho competidores, que me hayan dado el premio a la ola más grande de todo el evento, para mí fue casi como ganarlo. Fue algo que cambió mi vida como deportista para siempre, porque venir de Chile, que era este bichito raro de a dónde  salió, y ser invitando al Eddi y figurar a ese nivel fue uno de los orgullos más grandes que he tenido como deportista por lejos. Esa misma ola también me dio el segundo lugar en los premios XL de ese año, muy peleado con el primero. Aparte del incentivo económico que tuve, fue algo que me catapultó a un nivel mucho más alto, siendo invitado a muchos más campeonatos”, rememora.

Un ciudadano apasionado por proteger el lugar donde creció 

Corría el año 2007, y la comunidad de Pichilemu entraba en alerta luego de anunciarse la construcción de un desagüe para verter desechos en La Puntilla. Ramón, quien no pudo quedar indiferente ante esta amenaza medioambiental, comenzó a comandar la resistencia, convocando a los pichileminos a movilizarse.

“Fue más pasión con poca sabiduría de cómo abordar temas medios ambientales. Unidos el pueblo, los pescadores y los surfistas, todos no queríamos que nos tiraran toda la mierda de Pichilemu en la playa. Traté simplemente de defender mi pueblo de la mejor manera posible. La idea era muy absurda, con un estudio de impacto ambiental tirado de las mechas, sin consulta ciudadana previa, con ningún estudio de cómo se movían los fondos marinos, que eso al final terminó siendo la principal causa de que el proyecto se frenara, porque ellos en todos sus estudios decían que los fondos de arena de La Puntilla, que es pura arena, no se movían, no cambiaban; cosa que es una gran mentira, porque de todas las puntas, desde la sexta región hacia el sur, éstas van cambiando dependiendo de las temporadas.

“Y hubo varios temas bien técnicos, donde se cree que siempre las corrientes van de sur a norte, y que las olas también van en esa dirección, lo que también es mentira. Con esos argumentos técnicos, pero también con mucha pasión, terminamos casi agarrados con el alcalde, llevando basura. Fue tanta la presión, a esa altura que yo también tenía un poco de poder mediático por el tema de mi carrera, que lo usamos todo lo que podíamos, y se pudo frenar. Fue la primera vez que me di cuenta de que con organización de la comunidad se pueden parar proyectos perjudiciales para el medio ambiente”, rememora.

Aquel punto de inflexión, le hizo darse cuenta de que sin querer estaba defendiendo lo mismo que defendía su padre, pero desde otra vereda. “Es algo bien loco lo que pasó en mi carrera, si bien yo no busqué esto, lo de proteger Punta de Lobos fue una cosa de pasión por un lugar que yo quiero, amo y respeto. Un sitio que ha sido importante en mi trayectoria que me ha dado grandes momentos de mi carrera. Pero aparte de eso, es un lugar de donde viene mucha tradición de mi familia, que siempre ha vivido ahí. Yo empecé a defender Punta de Lobos por eso, porque encontraba que era injusto perder otro borde costero en un lugar tan emblemático, no solo por el surf, sino como paisaje en general. Como estos paisajes en Chile que necesitan ser protegidos porque son únicos. No puedes copiar otro Punta de Lobos, aunque trates no lo vas a lograr. Son lugares icónicos en el borde costero, hay muchos en Chile, y Punta Lobos es uno de ellos, y yo por corazón empecé a defenderlo” sostiene Ramón.

Cruzada por la que ha sido tildado de ambientalista, lo cual rechaza categóricamente, pues no se siente para nada uno de ellos. “Sino que yo creo que soy un ciudadano que tiene un amor por el lugar, que quiero cuidarlo; y como siempre digo, es responsabilidad de cada persona que siente amor y pasión por un lugar tener que cuidarlo: es como cuidar tu casa. Obviamente tu casa la vas a tratar de tener de la mejor manera y cada decisión que se tome debe ir en ese sentido. Para mí es eso, no es que yo me considere un gran ambientalista ni nada, debo tener muchas falencias en temas de medio ambiente, en temas de cómo reciclar. Estoy aprendiendo mucho, tengo muchas ganas de seguir aprendiendo, de causar el menor impacto medioambiental, pero lo que más tengo, y la trato de usar, es pasión, y tengo obviamente la tribuna que tengo por ser un deportista, y por los logros que he conseguido hasta hoy”, asegura.



El ejemplo de Punta de Lobos 

Una gran y blanquecina sonrisa se dibuja en el moreno rostro del pichilemino surfista al hablar sobre la elección de Punta de Lobos como el balneario escogido para anunciar la histórica medida medioambiental de prohibir bolsas en todas las comunas costeras del país. Decisión  que lo tomó por sorpresa y que lo enorgullece de sobre manera. “De verdad siento un orgullo gigante, no lo esperábamos. Cuando uno trabaja en temas de conservación casi siempre piensan que vas a ir en contra de la autoridad y del Gobierno, y en este caso fue todo lo contrario. Nosotros no hicimos ninguna gestión para que esto sucediera, sino que ellos nos contactaron a nosotros, ellos eligieron a la Fundación Punta de Lobos. Y para mí, la mayor sorpresa fue que el día anterior a esto, me avisaron que la presidenta Michelle Bachelet (en ese entonces) había dicho que quería que yo hablara antes de ella”.

“Es una gran motivación que hayan elegido Punta de Lobos, es un honor gigante, significa que estamos haciendo las cosas muy bien en la fundación, que el proyecto está funcionando y que es atractivo para el Gobierno y para la prensa. Se está dando a conocer esta problemática que tenemos en Chile acerca del acceso a las playas. Punta de Lobos está pasando a ser un lugar ícono en protección de borde costero, y los pasos que estamos dando van en ese camino. Fuera de los colores políticos y del pensamiento político que uno tenga, encuentro increíble que la presidenta de un país elija a un deportista para hacer el anuncio de un proyecto de ley”, sostuvo.

Empoderamiento de comunidades

A inicios de septiembre del 2017, Ramón fue invitado junto a la Fundación Punta de Lobos a exponer su experiencia de conservación en el cuarto Congreso Internacional de Áreas Marinas Protegidas (IMPAC 4). Evento que estuvo marcado por una importante participación de comunidades locales que decidieron tomar las riendas de la protección de sus costas, como Rapa Nui y Juan Fernández. Empoderamiento del que Ramón tiene su propia interpretación:

“Es lo mismo que te estaba hablando antes, que la gente se está dando cuenta que se puede empoderar de la defensa de sus lugares. Es algo muy increíble, por muchos años, y no quiero entrar en temas políticos, había un miedo en Chile de decir lo que la gente pensaba. En los tiempos de la dictadura se sabía que los barcos industriales venían y arrasaban la costa de Chile, y nadie podía patalear si estaban todos cagados de susto. Yo creo que el gran cambio fue con Hidroaysén, la gente se empezó a  dar cuenta que pataleando se pueden lograr grandes cambios. Las autoridades cuando ven una presión ciudadana tan alta, no les queda otra que frenar los proyectos, porque ellos lo que ven en las comunidades son votos, y si ven que todo los votos se están yendo a cualquiera que va a tratar de gritar algo verde o de protección, van a tener que ir para ese lado, no les va a quedar otra”. 

Y continúa: “Mi visión de esto es que un político mira a todos los pueblos como un rebaño de ovejas, a los que están tratando de dar la mejor comida, para que después en el momento de votación se vayan a donde están ellos.  Los pescadores siempre han tenido esta visión. Yo aprendí esto muy temprano de mi papá, de saber que los barcos industriales vienen y se llevan todos los pescados, y sucede en todos los ámbitos, en la agricultura, en construcción, donde los mires el pescado grande se come al más chico. Pero las comunidades empezaron a entender esto, y hoy en día están saliendo los primeros frutos. He estado en Juan Fernández, he estado en Rapa Nui varias veces, y es un orgullo cuando ves a la gente tan empoderada, sabiendo lo importante que es respetar y cuidar los recursos naturales, es algo como debería ser a nivel mundial, no estamos inventando la rueda. Hay ejemplos claros en todo el mundo, en los que las comunidades que preservan van a tener una buena economía” 

-¿Qué nos falta para ser líder en conservación, hablaste de que faltó profundizar en temas de protección del borde costero?

“Sí, en ese tema nos falta demasiado. Somos un país en el que nos criaron dándole la espalda al mar, diciendo” no te acerques, es peligroso”. Yo creo que es todo lo contrario, hoy en día está claro la plusvalía que tienen los terrenos que están en primera línea cerca del mar, y Pichilemu es un gran ejemplo de ello. Son lugares muy muy caros, una locura de precio. Si empezamos a mirar un poquito de ese lado, no son muchos los que van quedando. Entonces, en el tema de protección de borde costero nos falta mucho. No hay todavía un catastro en Chile que diga “okey, de Arica a Punta Arenas estos son los lugares emblemáticos que necesitan de prioridad nacional para ser protegidos. Hay muchos, te puedo nombrar en la zona central Los Molles, entre Arica y la Serena hay playas paradisíacas, si tú ves una foto parece que fuera el trópico. Salen en fotos de imagen país para publicidad, pero en verdad el gobierno, o las regiones o los alcaldes, ¿están haciendo algo para proteger esos lugares? Lamentablemente, la respuesta es no”.

“Podemos hablar de todo el norte de Chile que está muy contaminado por todos los desechos mineros; todos los relaves van a parar al mar. Podemos hablar de la cuarta y quinta región, de la contaminación de los hidrocarburos de los puertos. La sexta región se podría decir que está algo limpia, porque no tiene ni las mineras todavía, no tiene ni celulosas, que empiezan de la séptima hacia abajo, ni zona portuaria, pero tiene el gran problema que está todo cerrado. Topocalma, que es una de las playas históricas donde los pescadores han ido por años,  hoy día está cerrada con un juicio de por medio para tratar de abrirla. Desde Topocalma a Pichilemu está todo cerrado, no tenemos libre acceso, y así, la mayoría de la costa de Chile está privatizada”. 

-Como lo que está sucediendo con los accesos a la montaña.

La montaña es lo mismo, simplemente lo mismo. Después entramos de la séptima a la novena, está el tema de la celulosa, que son tres o cuatro celulosas, pero ¿de qué se abastecen estas celulosas? De todo el bosque, destruyendo el ecosistema nativo de estas regiones. Y después más al sur las salmoneras. Entonces, no hay una protección verdadera del borde costero. De ahí que se diga que Chile tiene todas estas millas protegidas, pero mar adentro.

-Claro, en el territorio insular se encuentra más del 90 por ciento de las AMP.

Políticamente es muy lindo hablar de que Chile tiene el 33% de sus costas protegidas. ¿Cómo están cuidando ese 33%? ¿Existen entidades que son capaces de fiscalizar que no entre un barco japonés a pescar? Es otro tema. Está Sernapesca que es el encargado de controlar, pero Sernapesca no tiene ni bote. Dependen de los marinos para ir a fiscalizar. 

-Al final se terminan transformando en áreas marinas de papel.

Así tal cual. Están bien divididas algunas comunidades con este tema de protección. Yo creo que Juan Fernández es un gran ejemplo de la manera de hacer bien las cosas, pero tiene este problema, de la fiscalización. Es ahí donde nos falta mucho en Chile, en proteger el borde costero y los estamos perdiendo. Una vez que se pierde no hay retroceso.

-¿Qué te dicen las señales del Gobierno con respecto al tema medio ambiental, como la realización del Impac 4, el Our Ocean, y el rechazo del proyecto Dominga? 

Yo veo que es casi la época dorada de conservación en Chile. Jamás había visto parar proyectos tan grandes como Dominga, Hidroaysén, La Castilla, Alto Maipo, que lo tienen tiritando, y es casi seguro que se va a ir para abajo. Eso no había visto jamás, en ningún gobierno. Vuelvo al tema, yo no soy de ningún color político, soy pro país, yo quiero que ojalá Chile esté de la manera más verde posible, porque va a ser el futuro económico para el país.

El único recurso que no se va a acabar es el turismo, y para tener buen turismo hay que proteger estos lugares icónicos. Yo nunca había visto protección tal alta, o sea, o por lo menos una frenada de proyectos tan alta. Que todo el mundo empresarial alegue que no están dejando crecer el país, yo creo que son pataleos del empresariado que tiene el poder económico en Chile, pero pensando en el país, son las mejores decisiones que se están tomando.  De verdad me siento orgulloso de que se tomen esas decisiones. Es esperanzador, ojalá que el próximo gobierno siga haciendo lo mismo, porque vuelvo al tema, el turismo va a ser lo que no se va a acabar en el país; el cobre se va a acabar, el litio se va a acabar, los pescados se van a acabar. Entonces tenemos esta opción, de cuidar los recursos inagotables.

-En ese sentido, ¿qué te parece el legado de Douglas Tompkins?

“Ufff, un sueño para Chile. Si bien fue una de las personas más criticadas en su tiempo, yo creo que cuando empecé a trabajar en la fundación Punta de Lobos, en la idea de defender La Punta, me sentí reflejado en él, obviamente a una escala mucho menor. Porque cuando uno trata de adquirir terrenos para conservación, lo primero que pasa es que la gente piensa todo lo contrario. Piensa muy mal,  este weón se quiere dejar el terreno para él o no sé qué”. Lo mismo le pasó a Doug, a quien no lo conocí nunca, pero tengo muchos amigos que sí lo conocieron. Ahora con su señora he hablado mucho, hemos trabajado en diferentes proyectos juntos,  y claro, ella me contaba lo mismo que yo pienso. Fueron muy criticados en un momento, tenían las líneas intervenidas. Fueron prácticamente una de las  personas más odiadas de la zona, y hoy en día Chile los aplaude. Por eso te digo, cuando uno tiene una pasión por un lugar, no está haciéndolo -y eso me queda mucho más claro con Doug-, por recibir felicitaciones, sino porque sabe que el final de lo que tú estás soñando, es positivo”.

“A mí me pasó lo mismo en Punta de Lobos, me gané muchos más enemigos que amigos. Ahora, que el proyecto está terminado y todo, puede ser que la gente lo entienda, “y que bueno”. Pero en un principio, cuando uno se está tratando de asociar con compañías, con privados, para tratar de proteger algo, en tu cabeza tú tení la película clara, pero qué se muestra para afuera, puede ser todo lo contrario. Y yo creo que a Doug Tompkins le pasó lo mismo”, asegura.

-¿Alguna vez recibiste presiones o amenazas?

No, nunca a ese punto. O sea, por el tema de Punta de Lobos hubo mucho pataleo y cuestiones así, pero cuando uno tiene convicciones claras, para mí no son transables. He ganado como te decía enemigos, y porque simplemente no eran mis amigos. Yo sé clarito lo que estoy haciendo en Punta de Lobos, tratando de proteger, y ojalá lo pueda seguir haciendo a un nivel país mucho más grande. Y así proteger la costa de Chile. 



Un mar de plásticos

En sus innumerables experiencias en el mar, el surfista ha sido testigo directo de los preocupantes estragos de la contaminación de plásticos en el mar: “Costas llenas de plástico es un clásico. Centro América, Hawai mismo está lleno de basura. Cuando fuimos a la Antártica vimos basura en lugares donde nunca una persona ha puesto un pie. Lo más heavy que me ha tocado ver fue una ballena atrapada en redes, fue potente. Fue en Pichilemu. Tratamos de salvarla y no pudimos. Me metí a bucear para tratar de cortar las cuerdas con un cuchillo y no fui capaz; no tuve la experiencia de hacerlo. Yo creo que eso me dejó traumado por una semana. Ver a este tremendo animal enrollado entero con sogas de pesca y redes fue triste. He visto tortugas con bolsas, he visto gaviotas en el mismo Punta de Lobos con bolsas enteras enrolladas en su cuello”, relata acongojado.

De acuerdo a Ramón, la solución no es otra que un profundo cambio educacional,  pues es “muy difícil hacer entender a una persona de cuarenta-cincuenta años lo problemática que resulta una bolsa de plástico cuando toda una vida las ha comprado. La mayoría de los mismos pescadores en Chile tiran la basura en sus lugares de trabajo o en barrancos, o la queman. Entonces la solución es cambiar la educación para las nuevas generaciones. El tema y la gran pregunta que hay es: ¿tenemos el tiempo para que estas nuevas generaciones empiecen a actuar cuando ya no sea demasiado tarde?”

“Dicen que en el 2050 van a haber más bolsas de plásticos que peces en el mar. Son millones de toneladas de plástico que cada año va cayendo al mar, entonces  ¿tenemos la esperanza de poder llegar a eso? El tema del plástico, del reciclaje, de la reutilización, y de no contaminar está de moda, y claro, todavía nos falta demasiado. Hay mucho que avanzar en ese tema, ojalá que esta moda sea un boom, como el reggaetón pegó en el mundo, el tema del plástico sea inmediato y podamos hacer un cambio, que de verdad de aquí a diez años estemos pensando que un vaso de plástico era como los cassette que se usaban antiguamente”, sostiene esperanzado.

La leyenda del surf también ha podido evidenciar los efectos del cambio climático en las costas. “Uno de los cambios más potente que hay es el nivel del mar. Del tsunami en adelante está a unos 50 metros afuera del mar, sobre todo en Punta de Lobos. Sin exagerar 50 metros, yo creo que es más. Estábamos justo ayer viendo unas fotos con un amigo, de unos doce años atrás, y el mar tiene que haber estado unos 150 metros más adentro. Ahora, el mar se está comiendo casas, terrenos, está recuperando lo que era suyo y es bien potente. Yo creo que ese ha sido uno de los cambios más radicales, sin contar obviamente la deforestación, la temperatura. Antes en esta época el agua era fría, y ahora está mucho más alta. El otro gran cambio son menos peces en el mar, la pesca. Me encanta la pesca, aprendí desde muy pequeño. Antes los peces salían botados de la playa, de verdad. Hoy cuando pescai una buena corvina, te sentí afortunado”, lamenta. 

Su visión de las nuevas camadas

-¿Cómo ves a las nuevas generaciones de surfistas chilenos?

“Está muy alto el nivel hoy en día. Es increíble ver cómo están surfeando el Guille Satt, el Nicolás Vargas, la Lorena Fica, la Jessica Anderson. Hay cosas que antes no se veían, andan tirando aéreos por todos lados. Se lo están tomando de una manera mucho más profesional, entrenan, todos cuidan bien la alimentación”, dice.

“Teniendo roce internacional es la única manera de progresar. De que  falta mucho, falta mucho. Todavía no estamos viendo grandes resultados. Lamentablemente en los deportes es el resultado el que te califica. Pero hay un trabajo muy grande, y es muy alucinante ver a todos los cabros como están surfeando. En el tema de las olas grandes falta todavía. Si bien las nuevas generaciones están con muchas ganas, el Ceremonial es un torneo que empuja mucho para eso, pero falta. Es un tema que se va adquiriendo con los años, es muy difícil ver a un niño de 16-17 años compitiendo a nivel mundial en olas grandes”.


Ramon Navarro surfeando en el río Amazonas, durante la marea alta en Amapá, Brasil. Abril 13, 2017. Foto, Fabio Piva.

Condiciones no aptas para ser un dirigente deportivo

Al ser consultado sobre la Federación Nacional de Surf, Ramón confidencia que no ha participado, pero que algún día, cuando estén las condiciones ideales para trabajar, le encantaría participar cuando deje la competencia. “Simplemente no participo, porque no encuentro que estén las herramientas dadas en cualquier federación de deportes. No quiero ser negativo ni nada, pero encuentro que es casi imposible hacer un  trabajo de buena manera si no estás siendo remunerado. Y esa ley que hay en Chile, en la que los presidentes de las federaciones no pueden recibir sueldo por ser presidentes, encuentro que es una estupidez ¿Serías presidente de una federación para meterle tiempo completo, para hacer bien el trabajo, por buena onda?  Siendo que lo único que vas a ganar son críticas”.

“Imagínate que el día de mañana me retiro como deportista y yo digo “okey,  voy a ayudar al surf, y voy a ser presidente  de la federación, y ¿de qué vivo, de qué alimento a mi hijo, cómo paro mi casa? Entonces, no se puede hacer un trabajo bien, y se presta para malos entendidos y enredos, y la gente que está haciendo el trabajo de puro corazón no lo puede hacer a tiempo completo por lo mismo. Yo creo que ahí está el problema de las federaciones deportivas a nivel general. No es el modelo a seguir, está claro. En otros países del mundo, presidir una federación es un cargo donde tienes un buen sueldo, y una vez que alguien tiene un buen sueldo, puedes comenzar a exigir al presidente de la federación que haga bien la pega”, sentencia.

Soñando tan grande como las olas que persigue

Pese a no tener claro si sigue o no compitiendo, Ramón alucina  con encontrar la ola más grande en alguna playa de Chile, y con seguir explorando  y resguardando su querido y biodiverso país. “Tanto tiempo compitiendo. Para mí, hoy en día en mi carrera, es más importante descubrir una ola nueva y surfearla, que ganar un campeonato. Si yo empecé a competir a los dieciséis años, tengo 38; ya llevo más de 20 años compitiendo, entonces igual ya empieza a agotar la cuestión”, dice.

“Encuentro que es mucho más alucinante descubrir una ola, compartir con amigos, proteger las playas, tratar de dejar un legado. Si me preguntas cuál es mi sueño, que ojalá en Chile tengamos una ley de protección de rompientes, como la tiene Perú, y que todas las olas que son aptas para los deportes, estén protegidas pa siempre. Eso es dejar un legado, encuentro. Porque si gano un campeonato es alimentar más mi ego. Para decir, “mira aquí está mi campeonato, ceremonial tal año, que lindo”.

“Esa una cuestión que para mi como deportista, sí bacán , ahí está el trofeo, pero ¿qué estás dejando para las próximas generaciones? Un pedazo de fierro que no le va a servir a nadie. Para mí Punta de Lobos es uno de los grandes logros de mi vida, pensé en algún momento, y dije  algún día poder salvarlo de este boom inmobiliario que tiene, sería uno de los grandes sueños de mi vida, lo mismo que pasó con el Eddi. Han pasado los años y ahí está, ya hoy en día es una realidad. Ojalá que ese parque pueda seguir creciendo”, asegura

“Sueño con que más lugares de Chile se protejan, porque son únicos. Para hacer un estadio de fútbol hay que gastarse no sé cuántos millones de dólares. Punta de lobos es una cancha de deportes que está ahí, y qué hay que hacer, cuidarla. Y los fondos están, no es soñar tan grande. Ponte tú, obras portuarias en la sexta región se está gastando 1.700 millones de dólares. Nosotros en Punta de Lobos hemos gastado apenas uno con el terreno que compramos, y estamos protegiendo olas que van a servir a millones de personas por generaciones”.

“Por qué no agarrar un fondo y proteger olas, si es un plus para el país. ¿Cuántos surfistas están entrando al país como turismo? Es tener un poquito esta visión que ha tenido California, Australia y otros lugares del mundo, donde le ponen un valor económico a una ola, y que termina siendo un valor económico para la región: genera puestos de trabajo, crece la hotelería, y crece la demanda en los restoranes. El surfista que viaja gasta. Viene de Estados Unidos para surfear en Chile, y se queda en hoteles, y cuando es mayor viene con la familia, y quieren comer bien, surfear bien, y que el lugar esté cuidado y que esté limpio. Es un turismo potente”, concluye. 


Un par de semanas después de esta entrevista (2018) fue anunciada la compra definitiva de los terrenos del Mirador de Punta de Lobos, por parte de la fundación del mismo nombre, la cual fue posible gracias al aporte de  cerca de 1.000 donantes individuales, así como de diferentes compañías y organizaciones, entre las que destacan  la ONG Save the Waves,  a través de  la  campaña “Lobos Por Siempre”, la que fue encabezada  por el propio Ramón; y Patagonia, auspiciador del surfista pichilemino, quien destinó una importante donación monetaria, además de los fondos recaudados con el documental y el libro “El Hijo del Pescador”, cuyo protagonista es Navarro, para la preservación de esta importante Reserva Mundial del Surf.



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