Es Chaleco López, una figura reconocida y admirada en el mundo de las motos, de la velocidad y de los autos. De un tiempo a esta parte su historia cambió radicalmente, ya que comenzó otro gran viaje en su vida: la paternidad.
Por Antonia González. Fotos por Cici Rivarola.
El curicano y campeón del mundo está corriendo uno de los Rally más importantes de su vida. Pasaron muchos años de competencia en el desierto, de infinitos logros, alegrías, derrotas, accidentes y desilusiones, para que finalmente Francisco Chaleco López diera un giro extremo a su carrera deportiva. Se retiró de las motos en 2014 y hace aproximadamente tres años, su día a día cambió drásticamente. Sus prioridades dieron un vuelco en 360 grados cuando se enteró de que sería padre; Baltazar y Rebeca son sus nombres, y han sido de los pocos que le han robado el corazón a este hombre adicto a la adrenalina.
Desde que nació, los objetivos de Chaleco se enfocaron en su familia, en los autos y en vivir la vida de una manera distinta, pero siempre apegado a su gran pasión: las motos. Este es Chaleco, una figura reconocida y admirada. Aquí te contamos su historia.
“La pulga atómica”
Todo comenzó gracias a uno de sus mayores pilares: su padre, Renato López, quien le traspasó el apodo y la gran pasión que hoy siente por las motos. “Esto parte a muy temprana edad. Mi padre, el ‘Chaleco’ López original, ocupaba un chaleco de lana en los años 70’ tejido por mi mamá para andar en moto como protección. Entonces, el me hereda ese nombre y esa pasión. A mi hijo Baltazar también le dicen ‘el chalequito’, entonces como que de generación es que se me pasó ese nombre”, cuenta.
A los tres o cuatro años de edad, Chaleco corría de un lado a otro haciendo sonidos de moto por la casa. “No recuerdo en qué minuto aprendí a andar en moto, porque era muy chico. Tenía en mi ADN las motos. Mi mamá me cuenta que cuando íbamos a la playa, si mi viejo no me daba la vuelta en moto lloraba todo el día, entonces como que el culpable es mi padre”, ríe.
En medio de esa década, Renato López ya había sido campeón nacional de motocross tres veces y Francisco ya comenzaba a ganar sus primeros triunfos en categorías infantiles a nivel regional. “Yo creo que por ahí viene que también me dicen Chaleco (…) sobre todo porque ya a los siete años empecé a ganar en moto, tenía un potencial que se notaba. Corría con gente grande de quince años más o menos. En ese tiempo, esta disciplina no era tan masiva, solo se hacían carreras zonales, y mi padre hacía varias de ellas. Y en ese tiempo a mí me decían la ‘pulga atómica’, porque era una verdadera pulga que andaba pa’ todos lados, rápido. Y me dediqué a andar en moto no más, no me imaginé que me iba a dedicar a esto para siempre, solo era mi pasión”, afirma.
Aparecieron también las dificultades, principalmente económicas. El deporte motor es costoso y las motos requieren mantenimiento y renovación. “Mi madre siempre nos apoyó, sobre todo cuando uno tiene accidentes, porque este deporte es propenso a eso. Mi madre siempre estuvo de la mano con nosotros. Cuando teníamos carreras en La Serena o en Puerto Montt, y en ese tiempo uno no viajaba en avión -nosotros no teníamos muchos recursos-, con harto esfuerzo financiábamos las carreras deportivas, porque en ese tiempo auspicios no existían. Y mi madre siempre estuvo ahí, ponía la parte más organizada”, asegura.

Su instante
A medida que creció, Chaleco comenzó a ganar un espacio en el mundo de las motos, hasta su consolidación al coronarse en 1989 Campeón Latinoamericano de Motocross 85 cc. A partir de ahí, el curicano fue cinco veces campeón nacional en la categoría 125 cc y otras cinco en 250 cc, y cuando se atrevió a probar en el Enduro, marcó un hito al convertirse en el primer piloto chileno en ganar medallas de oro en los International Six Days of Enduro (ISDE) de Francia 2001 y Brasil 2003. En el año 2005 decidió saltar al Rally Cross Country, donde en menos de dos años consiguió otro récord: terminar la temporada 2006 como Campeón Mundial en 450 cc. Sus resultados lo llevaron a transformarse en piloto oficial de Honda y en uno de los tres pilotos profesionales que tiene Chile.
“Se puede hablar de muchos campeonatos, pero por ejemplo cuando fui campeón del mundo el año 2006, uno dice, mira vale la pena todo este tiempo invertido, haber trabajado, haberse esforzado. Yo por mi carrera deportiva me privé de muchas cosas. Fui padre recién hace ocho meses atrás, a los 42 años, entonces te privas hasta de la parte familiar, y así también de tus amistades, de muchas cosas. Pero cuando tienes un triunfo así, uno dice, valió la pena haberme sacado la mugre, haber dejado cosas de lado, haber entrenado todos esos kilómetros, haber pasado todos esos malos momentos, y pensai en las cosas malas pero después siempre vienen las buenas”, afirma.
“Cuando estaba en tercero medio, mis amigos iban a la fiesta de graduación y yo estaba en mi casa para correr al otro día en moto. En ese tiempo era solo una pasión, yo no vivía de eso. Después no me pude dedicar a ser profesional y estudiar algo, sino que me dedique 100% a las motos. Me salté toda la vida universitaria. Claro, tu decí, bacán correr en moto, pero es arriesgado po’. Imagínate tení un accidente el segundo año que te estas dedicando a las motos y te deja con problemas físicos y te complica un año o dos… y se acabó todo po’. Todas las fichas que has jugado en tu vida se acaban. Entonces es arriesgado. Y claro dejas de hacer cosas importantes”.
¿Cómo fue el momento en que sales campeón del mundo?
Se me hizo cortito, me quedaban como 15 kilómetros antes de la meta y decía “oh que bueno mi papá va a estar orgulloso de mí, que bueno logré un objetivo importante”. Es como cuando uno dice he luchado por este objetivo mucho tiempo y lo logro, como cuando vas a buscar tu cartón de título a la universidad. Pero eso es rápido, se pasa, después tu deci a ¿Dónde voy ahora? ¿Qué más me queda? ¿Qué meta tengo ahora? Y después de eso vino el Dakar, metas personales, en el caso mío, en el ámbito familiar, laboral, proyecciones que vienen a futuro. Uno siempre se tiene que ir auto motivando.
En el año 2007 Chaleco participó por primera vez en el Rally Dakar, pero abandonó. Sin embargo, al año siguiente salió en segundo lugar en el Rally de Europa Central y el verano de 2010 figuró como una excelente temporada para él, ya que ganó la quinta, octava y duodécima etapa del Rally Dakar Argentina-Chile, y finalizó tercero en la clasificación general. Además iguala la mejor marca de un latinoamericano en un Rally Dakar, la que es compartida por su amigo y compañero Carlo de Gavardo.
Chaleco prolonga su buen desempeño en el Rally de Túnez, donde por primera vez termina como campeón, convirtiéndose en el primer piloto latinoamericano en ganar una carrera en África válida por el Mundial FIM de Cross Country. Sin embargo, en esta misma carrera, sufre un grave accidente que casi le cuesta la vida y lo obliga a una durísima rehabilitación.


Una vuelta de mano a la vida
El 4 de mayo de 2011, en la cuarta etapa del Rally de Túnez, Francisco “Chaleco” López choca su moto contra una roca y tiene uno de los accidentes más graves en la historia de su carrera deportiva. La vida se cruzó ante sus ojos en un segundo y las dudas sobre seguir corriendo en moto se plantearon en su cabeza. Ese fue uno de los momentos más decisivos y uno de los motivos por el cual se vio obligado a unos años más tarde, cambiar por completo su estilo de vida.
Pocos días después del accidente, fue trasladado en un avión médico hasta Santiago de Chile. Pasó por el quirófano hasta en seis ocasiones antes de empezar un largo periodo de recuperación, que los doctores estimaron de al menos medio año. Ósea, probablemente, más de seis meses alejado de las motos.
Un mes y medio después del accidente llegó otro gran golpe para Chaleco. A su sobrino Lucas, de ocho años, le fue detectado un cáncer ocular. “Luego del accidente, estaba golpeado entero, física y emocionalmente. Yo solo pensaba: ‘que pare esto’”, recuerda. La enfermedad de su sobrino lo motivó a imponerse una rápida recuperación para que Lucas tuviera la fuerza para sobrellevar las quimioterapias, la caída del pelo y todos los trastornos que trajo consigo ese cáncer. “Gracias a Dios se le trató muy bien. Yo lo desafíe, porque yo era su ídolo, entonces le dije gánale al cáncer, anda a hacer las quimios (…) y yo que tuve siete fracturas más o menos complicadas, no estaba claro si iba a volver a correr en moto, y eso me ayudó mucho a salir a delante, pensé ‘no puedo dejar esto’, porque primero es una motivación para mi sobrino y segundo porque me encanta”, asegura.
No esperó ni un día más, ni un día menos. Luego de seis meses el campeón del mundo ya estaba de vuelta en el Dakar. “Volví el primero de enero del 2012. Medicamente los doctores me dijeron que no podía correr porque no estaba en condiciones todavía, las fracturas no estaban bien, pero yo lo hice para motivar a mi sobrino, y la primera etapa del Dakar la gané. Y eso fue lo mejor porque lloré todo el camino y pensaba que quería darle vuelta la mano a la vida, tanto en lo familiar como en lo profesional”, dice.
Ese mismo año, se retiró en la etapa 9 del Dakar. “Venia 4to haciendo una excelente carrera pero físicamente ya estaba muy complicado. Mi sobrino siguió con el tratamiento y ya su diagnóstico era muy bueno (…) Pero para mí los más bacán que me pasó fue que en el Dakar del 2013 venía ganando hasta La Serena, quedaba muy poco para llegar a Valparaíso, y se me rompió la caja de cambio. Venia primero y me penalizaron por 15 minutos, porque es parte de la regla. Pero llegué tercero en el Dakar y cuando llego a la meta en La Moneda, estaba mi sobrino impecable esperándome en el podio y yo feliz y orgulloso nuevamente arriba de la moto siendo uno de los mejores del mundo. Entonces para mí eso fue algo muy gratificante, solo me quedaba darle gracias a Dios. Me preguntaba ¿Qué más quiero de la vida? Prefiero estar aquí con mi familia, haberme recuperado, haber desafiado a mi sobrino; finalmente, claro, fue lo más cerca que estuve de ganar un Dakar, pero también le gané a la vida, tanto yo como Lucas. Gané por otro lado y prefiero todo el rato ganar por ese lado”, afirma.

Cambiando el rumbo
Al tiempo después del accidente de 2011, todo comenzó a cambiar para Chaleco. Varias razones le hicieron decidir que ya era tiempo de terminar de arriesgar así su vida. “Le tomé el peso al riesgo al final. Después del accidente tenía temor de tener otro accidente grave y perder la vida. Entonces ahí es cuando dije ya okey, ya estoy. El 2014 después de muchos años me di cuenta de ese riesgo. Antes de eso no pensaba en nada. Mucha gente me decía… ¿oye vas a volver a correr en moto? Y yo les decía si voy a volver y voy a volver le lunes”, dice convencido.
Se empezó a desmotivar lentamente de su carrera en el motocross. “El 2013, luego de haberle ganado a esta recuperación, lo que le pasó a mi sobrino, haber tenido un excelente resultado, para mí mi carrera deportiva era hasta ahí. Pero un año más lo hice completo. Y ese año no lo pasé tan bien. Ya estaba cansado. Entrenar me cansaba más. Yo creo que humanamente y psicológicamente entregué todo, todo, todo, no dejé nada. El 2013 fue el año que entregué todo. Entonces el 2014 cuando me retiro, no tenía nada más que entregar. Ya estaba cansado de entregar, ahora quiero recibir (…) Luego me enamoré, que va de la mano. Y ahí pensé okey, voy por otro camino”, cuenta.
Y el paso natural de Chaleco para dejar las motos fueron los autos. “Las marcas que siempre me han apoyado me siguieron apoyando en este nuevo paso que no tenía nada que ver. Además, hay un campeonato súper profesional en Chile que está bien hecho, entonces eso me ayudó mucho para yo poder seguir en el Motorsport, sino no habría estado aquí sentado, sería más bien un recuerdo de las motos”, afirma.
A pesar de todas las adversidades que se le pusieron en el camino, Chaleco López nunca bajó los brazos, al contrario, luchó para cumplir sus sueños. “Miro atrás con harto esfuerzo, perseverancia y pasión, con muchas ganas de lograr las cosas. Muchas veces me pasó que iba entrenando en el desierto, y yo decía no quiero más. Son esas lagunas que uno tiene, altos y bajos. Eso finalmente te hace fuerte. Pero muchas veces quise parar. La pasión me hacía volver cada vez”, dice.
En ese sentido también recuerda con mucha admiración a uno de los pioneros del motocross en Chile, Carlo de Gavardo, quien sufrió un infarto cardiaco el año 2015. “Es extraño porque muchas veces me quedo pensando… en que Carlo no está. Y se fue joven. Él siempre fue un referente súper importante para Chile. Yo lo veía como un referente. Lo miraba en su carrera en África y pensaba, ‘oh me encantaría estar allá’. Entonces seguí un poco el camino que él iba marcando (…) Hace mucha falta, se extraña mucho por su carrera, por su forma de ser y sobre todo porque dejó una huella que es difícil de poder reemplazar”, cuenta.
El mismo año de la muerte de su amigo y luego de su retiro, realiza una importante travesía –que es calificada como record guiness-, en una moto eléctrica hacia el volcán más alto del mundo, el Ojos del Salado ubicado en la región de Atacama. “La idea nace cuando me retiro de las motos, siempre tuve la intención de subir el Ojos del Salado de manera profesional. Entonces, junto con Red Bull y un grupo de amigos empezamos a trabajar en este proyecto. Ya había un record en una moto normal, y yo quería hacerlo en una moto eléctrica, para que fuera diferente. Fue un desafío muy bonito porque lo logramos a fines de noviembre (…) Un día miércoles llegamos a la cima y el día sábado era mi matrimonio, entonces el día sábado bajé con todos mis amigos y me casé”, cuenta. “Fue arriesgado, siempre al límite. Mi señora me dijo, llámame cuando estés abajo no más. Pero ella sabía que iba a llegar”, ríe.

La idea de realizar la ascensión al Volcán nace desde mucho antes cuando un amigo de Copiapó lo contacta para hacer juntos el recorrido. “Siempre me llamaba y me decía que lo subiéramos juntos. Pero él falleció el año 2011 en un accidente en moto, porque también hacía motocross, entonces siempre me dejó la ‘bala pasá’. Eso me ayudó mucho a lograr ese proyecto y a sacarme esa espinita que nunca pude sacarme. Lo hice por los dos…”, agrega.
La paternidad y los proyectos
El 2017 fue un año de triunfos y nuevos desafíos para Francisco. Nace su primer hijo Baltazar y a la vez sale campeón nacional en Rally Movil. “Después de tres años de correr en auto tengo este logro importante que es campeonato nacional no más, pero haber ganado algo así en auto es nada que ver pa’ mí. De dos ruedas a cuatro ruedas, haber salido campeón y haber hecho una temporada excelente (…) me siento campeón, como que volví pa’ atrás. Esa sensación no la tenía hace mucho tiempo. Uno se acostumbra a esos momentos tan gratos, adrenalínicos, de disputar un campeonato y que lo puedas ganar, yo creo que eso me hacía falta y este año lo sentí”, declara.
Por otra parte, está intentando traspasar su experiencia a entidades como Carabineros de Chile, en donde les enseña a utilizar la moto para que tengan más seguridad en las calles. Además de intentar culturizar a las personas a que sean más consientes con el medioambiente y a que respeten el entorno que visitan. “Nosotros estamos todos tratando de ayudar, yo voy mucho a lugares que no son vírgenes, pero sí de mal acceso y tú ves que está lleno de botellas, latas de cerveza y es triste, porque hay lugres que son muy bonitos y ves cómo se han destruido. Hay que culturizar eso, en todo ámbito, en seguridad por ejemplo, de tener un casco, de andar con chaleco de seguridad, de no andar con sandalias. A nivel de educación nosotros traspasar a los niños esto… porque ya vemos que los niños vienen con ese chip, están reciclando, cuidando el medioambiente, etc. Por eso hay que darle mucho más a este tema pero en sectores rurales. Porque es ahí donde la gente vota basura sin asco”.
“Las motos son muy agresivas. Pero si uno no es consciente son más agresivas, ¿te fijai? Yo el día de hoy pedaleo harto y cuando veo pasar una moto andando fuerte yo le levanto la mano y los dedos si es necesario. Si yo voy andando en moto por un camino, paso despacio, saludo a la gente, no les tiro polvo, etc.”, explica.
En cuanto a sus hijos, solo está disfrutando de ellos y de lo que se privó durante su carrera deportiva. “Ser papá es cansador y diferente, pero maravilloso. Las prioridades cambian completamente. El deporte que yo hacía era muy egoísta, porque tu entrenas, haces lo que querí, arriesgas tu vida. Ahora no puedo porque pienso en mi señora, en mis niños y en mi familia”, explica.
Por ahora Chaleco está conforme y motivado con el Rally Movil y planea seguir corriendo en auto por muchos años más. “Me encantan los autos, los fierros, las motos, tengo una colección de motos con las que corrí. También estoy abriendo una tienda de motos en Curicó para estar vinculado a ellas el resto de mi vida. Me proyecto corriendo el Dakar este año en un buggie, además me veo siendo un buen padre y que la familia crezca más”, señala. “Me gustaría dejar un legado como alguien apasionado que siempre entregó todo, y que obviamente fue por metas grandes y si a la primera no salía iba por la segunda o la tercera. Yo creo que la suerte no existe pero la fe sí”, termina.
Esta entrevista apareció en la Edición n° 15 de Outside Chile.