Viaje al círculo polar ártico, al encuentro de las luces del norte que son visibles en esta temporada, invierno para países Europeos, donde la oscuridad se toma la jornada y permite apreciar por algunas horas, este misterioso fenómeno que tiñe el cielo de color verde o violeta.
Por Ximena Martínez Astroza desde Noruega.
Diez grados bajo cero, el cielo está oscuro, el piso está blanco por la nieve, mis dedos se congelan tratando de alcanzar la mejor medición manual para tener una buena foto de la Aurora Boreal, hasta que claro, la cámara se apaga. No importa, es la primera noche que llego a un pueblito al norte de Noruega llamado Tromso. Tengo aún una semana para disfrutar de este espectáculo de la naturaleza, porque luego de dos horas parada en un sólo lugar, creo que entraré en hipotermia, es hora de volver a casa.
Que chistoso decir “a casa”, como si viviera aquí, pero es que se siente de maravilla, porque estoy cumpliendo uno de los sueños de pequeña. Geográficamente, estoy en uno de los puntos más remotos de Norguega, tanto así, que cuando miro el mapa estoy más cerca de Suecia, Finlandia y Rusia que del resto de Europa. Y son los países mencionados, donde viven los “Sami, el pueblo originario de Escandinavia y parte de Rusia. Actualmente se estima que existen 80.000 Sami, 50 mil de ellos viven en Noruega, principalmente en el norte del país. ¿Les suena Elsa y Anna de la película Frozen, bueno es una historia escandinava que Disney adaptó, y está basada en una familia Sami. Este grupo étnico basaba su vida en torno a la caza y la pesca, el principal animal que permitía su supervivencia es el reno, de donde obtenían, el cuero para la chozas, la carne, para alimentarse, la piel para vestimenta y calzado, además de utilizarlo como medio de transporte. Hoy los Sami hacen actividades orientadas al turismo para dar a conocer sus tradiciones, por ejemplo en julio, en Tromso se celebra la semana Sami donde hacen carreras de reno, muestran sus artesanías y dan a conocer la comida tradicional, basada en la carne de reno.
Tromso tiene una población de más de 60 mil personas y es conocido por estar en medio del radio donde es perceptible la Aurora Boreal, eso significa que durante invierno, en un día despejado hay amplias posibilidades de verla, dependiendo de la actividad solar. Pero, ¿Qué son las llamadas luces del norte? Son un fenómeno natural que se produce cuando el viento solar alcanza la magnetosfera, lo que se observa en como luces que son predominantemente de color verde, violeta o amarillento; energía que se va moviendo y cambiando de forma. Sólo se puede ver en la latitud más alta del planeta, cercana al polo norte, en países como Alaska, Canadá, Groenlandia, Islandia, norte de Suecia, Noruega, Finlandia.


Cómo es algo natural, nunca sabes si podrás ver realmente las luces del norte, hay aplicaciones que tienen un pronóstico bastante acertado, pero a veces falla, como me pasó. Cuando compré los pasajes, el pronóstico para la semana de viaje era malísimo, pero era la única fecha en la que podía ir, fui con dos chilenos amigos que me hice en Australia y que curiosamente me reencontré en Dinamarca: Elizabeth Soto, originariamente de Yungay y Sebastián Olivos, de Santiago. Finalmente nos atrevimos a ir en la fecha que habíamos coordinado inicialmente, era una especie de apuesta porque no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar. Llegamos y el cielo estaba full despejado, y el pronóstico cambió a nuestro favor, esa semana tuvimos mucha suerte, ya que pudimos disfrutar casi todos los días de la “Operación Aurora”, como denominamos nuestro viaje.
El primera día fue increíble. Arrendamos un departamento frente al puerto, donde entra un fiordo gigante rodeado en el fondo por una montaña. Era un departamento en un segundo piso, con ventanales en todo el frontis del edificio, así que la vista era buenísima. Era difícil despertarse porque la verdad sentimos que nunca amaneció, la luz entraba como una especie de amanecer/atardecer entre las montañas, pero nunca vimos el sol, es sólo una penumbra, con tonos amarillentos y anaranjados, más fuertes o más leves dependiendo de la hora. La luz que indicaba un nuevo día llegó a las 7.30 am y luego se desvaneció a las 14 horas. Era algo muy extraño para nosotros. El departamento tenía calefacción central, muy agradable, así que andábamos en polera y jeans, pero para salir, debíamos usar primeras capas y botas de nieve, guantes, gorro, bufanda, no podíamos olvidar nada. En mi caso la prioridad siempre era el trípode, la cámara y las baterías en un bolsillo cerca de mi pecho, para que no se fueran a descargar producto del frío. Decidimos salir a eso de las 3 de la tarde, cuando ya estaba de noche, por la ventana aún no se veía nada, abrimos la puerta, que da a una escalerita de madera con entrada independiente. Abrí la puerta y grité, los chicos se asomaron y hubo silencio total. Esa energía verde estaba ahí, fuera de casa, era una forma gigante, con brazos… como un dragón serpenteando el cielo, moviéndose lentamente.

Caminamos entre la nieve, impactados y apareció otra forma en el cielo que se movía en “slow motion”, y luego emergió otra, y otra… Lo habíamos logrado, estábamos ahí, “la Aurora” estaba con nosotros, no importaba el ritmo de fondo, si eran las 4 estaciones de Vivaldi, una salsa o un reggae… ese meneo y juego de luces era un “movimiento original”, tenía ritmo propio y te maravillaba e hipnotizaba en cada paso. Mi corazón explotó de emoción y no pude evitar las lagrimas, amo la luz en todas sus formas y esto era algo diferente, mágico, me produjo una conexión con la naturaleza, con el planeta, con el cielo… a otra escala. Mis amigos estaban totalmente sin palabras, nos miramos y nos abrazamos. Todo valió la pena para llegar a ese punto, viajar es duro, esta lleno de incertidumbre, de esperas, de sorpresas, pero en ese momento sentimos que todo tenía sentido, incluso nuestro reencuentro en otro continente, en otro país, en otro contexto y con otros sueños, extrañamente coincidimos en todos esos puntos y más aún, creamos lazos fuertes…cuando viajas tus amigos pasan a ser tu familia, puedo decir que Seba y Eli lo son, y allí estábamos viviendo algo único, los tres.
Seguimos caminando y las luces del norte estaban por todos lados, es muy relativo cuando duran en el cielo o por cuantas horas se pueden ver, ese día no importó por qué en todas las calles que caminamos aparecían y desaparecían, con distintas formas y colores, era un baile, una danza que disfrutamos lo que más pudimos, no había frío, hambre o cansancio esa noche…

Para mi fue una experiencia extrema, estar al otro lado del mundo y ver esos colores, wow, siento que no tengo palabras, pero sí se que desde entonces algo cambió en mi vida, ahora aprecio mucho más la naturaleza y en cosas sencillas, creo que algo se resetea en nuestra mente y corazón”.
Sebastián Olivos.
Al otro día decidimos ir a “FJellheisen” un mirador conocido por que subes la colina en un andarivel, como en Valparaíso, y a medida que se va elevando vas apareciendo toda la ciudad iluminada de noche, cuando llegas a la cima se puede ver en el cielo ampliamente el fenómeno. Ese día tuvimos otra perspectiva, ya no estaban sobre nuestras cabezas, estaban lejos y era masivo, más grandes, más colores, más formas. Esa noche hacía más frío que el día anterior, debió de ser por la altura, pero nos daba igual, estábamos hipnotizados por los colores y los movimientos, a veces rápidos a veces lento, los movimientos me recordaban al agua, a veces como si fuera la orilla del lago o a veces era algo superior…imagino que para todos es distinto, puede ser un momento de reflexión, de agradecimiento, de conciencia, a cerca de nuestro planeta, de cuán maravilloso es y cuánto estamos impactándolo. Esa sensación la tuve nuevamente cuando decidimos hacer algo distinto.
Tromso es una zona reconocida de desde el siglo 19 por la pesca y por expediciones al ártico, debíamos estar allí, en el mar… Bueno, tickets comprados para explorar el océano de noche, paseamos por el pueblo, que tiene una catedral de madera, parecida a las de Chiloé, y la mayoría de las construcciones son de ese material. Como es un pueblo tiene mayormente casas, que parecen cabañas, pero tienen una aislación y sistema de calefacción muy eficiente. En general, no hay mucha gente en las calles, todo el mundo está en casa o en el trabajo, pero todo ocurre en interior, debido al clima frío.
Nos fuimos a casa, cocinamos rico y nos embarcamos… Nos dieron una pequeña charla y nos mostraron los trajes que debíamos usar para salir al exterior, es un enterito, estilo de nieve, pero resistente al agua y a temperaturas bajo cero. En el pueblo habían menos 10 grados, pero en el mar serían menos 16. Yo tenía un gorro de piel de zorro que había comprado en una tienda de segunda mano en Dinamarca y la verdad, que nunca fue tan útil como en ese viaje. (Ahora me estoy volviendo vegana así que claramente no sería opción tener algo así).
Y allí estábamos en la cubierta del barco, esperando las luces, parecíamos astronautas con esos enteritos de parca de color azul y naranjo. El mar estaba quieto, la ciudad estaba al fondo, transformada en diminutas lucecitas que hacían una línea en tonos dorados, mientras nosotros estábamos en medio del mar ártico, donde corría una brisa fría, el cielo estaba oscuro y despejado, y comenzaban a aparecer la luces, esta vez se veían más lejos, pero eran más amplias, misteriosas formas que no podía dejar pasar, no me quería rendir a tener una buena imagen desde el barco, pero la vibración del mar y las largas exposiciones no son “muy amigas”, lo que fue bastante interesante ya que obtuve unas fotos muy artísticas.
“El frío extremo, la oscuridad y la ausencia de color dan al ártico un contraste a cualquier estereotipo de belleza geográfica que se conozca. Y entre la oscuridad, sentía una melodía, una danza en el cielo, la aurora boreal estaba allí. Es tan inexplicable la experiencia que mucha gente llega contratando tours para buscarla y verla, desde miradores hasta dentro de barcos en el mar ártico, y te das cuenta saliendo de tu estancia que ella está ahí, sobre tu cabeza, libre e impredecible, para todo aquel que sepa esperar. No hay fotografía ni explicación que logre representar estar en presencia de este fenómeno natural, que te hace volver a creer en magia y el poder de la naturaleza”.
Elizabeth Soto Araneda.
No podía dejar de pensar en qué ritmo sería, si tuviera que ponerle música a ésta danza y la verdad que me evoca un vals, puede ser estilo clásico o contemporáneo, porque es elegante, simple, vivo… así siento y disfruto el “vals de Aurora” en medio del mar ártico.


La última noche nos fuimos a ver las luces a un lago congelado, era un spot maravilloso, yo tenía listo el trípode, la cámara, aunque pasaban los minutos, las horas y ¡nada! Corrimos por alrededor del lago, para mantener la temperatura, caminamos en medio del lago congelado, nos reímos mucho y estábamos expectantes, pero tres horas al frío se vuelve intenso cuando estás en el círculo polar ártico, mis amigos se aburrieron y se fueron, yo me negaba a pasar la última noche en casa con un cielo tan despejado como ese. Así que me quedé, como se oscurece temprano, todos se acuestan muy temprano, a esa hora, sólo había un grupo de adolescentes jugando en el lago congelado. Mis amigos retornaron a casa tipo 9 y yo me quedé hasta cerca de la medianoche, estaba sola, con frío y ya con hambre, corriendo sola por alrededor del lago, en algún momento temerosa de que apareciera alguna actividad paranormal o alguna criatura mitológica nórdica, jajajaja.
Ya me estaba entrando a convencer de que realmente esa noche no habría Aurora….en realidad no quería reconocer que Aurora no llegó y al otro día nos íbamos temprano, la esperé lo que más pude, pero no hubo caso…para devolverme a casa… no tenía claro el camino, no tenía teléfono, no había nadie en las calles, todas las casas tenían las luces apagadas…di vueltas hasta que encontré el cementerio por el que habíamos pasado, por ensayo-error encontré la dirección al centro, tenía que atravesarlo y bajar las calles que llevan al puerto. No recuerdo a qué hora llegué a casa, estaba muy cansada, con frío, pero feliz de haber estado hasta tarde afuera y haber confirmado que esa noche no hubo Aurora. Esta fue una experiencia especial, un momento de conexión. Creo que para las personas que amamos la naturaleza, la conexión con ésta puede ser en cosas muy simples, apreciar los arboles, las aves, los parques nacionales, hacer deporte al aire libre, hacer trekking, contemplar la vista. Pero esto fue algo distinto, sentí que arranqué mi corazón y lo puse al cielo para que se cargara de esa energía interestelar. Hago una invitación a preguntarnos qué amamos de la naturaleza y cuánto estamos haciendo para protegerla, cuánto estamos movilizando al círculo cercano para crear conciencia de que no existe un planeta B, estamos destruyendo la tierra a pasos agigantados y debemos cambiarlo política y culturalmente, empecemos ahora, reciclemos más, dejemos de comprar cosas que no necesitamos, no usemos plástico, reutilicemos, porque hoy yo pude disfrutar de esta experiencia y espero que próximas generaciones también puedan hacerlo con un turismo sostenible, porque la temperatura global está aumentando y afecta a nuestro ártico, y los países que se encuentran cercanos a él y a los pueblos que desarrollan su vida en la costa, y claramente afecta al resto del planeta de otras formas, derretimiento de hielos, aumento de la temperatura del mar, afecta a la biodiversidad marina. Espero que este “vals de Aurora” sacuda nuestra conciencia, porque nos demuestra que hay cosas maravillosas sucediendo en La Tierra y que podemos descubrir en el futuro, para ello tenemos que trabajar ahora para que estos pueblos no desaparezcan.
Operación Aurora sigue, me voy a Islandia, les cuento cómo me va en la próxima aventura.