¿Cuántos años podemos vivir? ¿Qué tan rápido podemos correr? ¿Qué tan altos podemos ser?
Por Cristóbal Behrmann Contreras.
El cuerpo humano tiene límites. Sabemos que tenemos alrededor de 640 músculos y 206 huesos, que nuestra frecuencia cardiaca fluctúa entre los 45 y 220 latidos por minutos, y que nuestros órganos alcanzan su máximo potencial en la tercera década de vida para luego inevitablemente ir disminuyendo sus capacidades en la medida que pasan los años. Sin embargo, el concepto de envejecimiento que actualmente se considera parte natural de la vida, no toma importancia, sino que hasta que el humano crea un ambiente propicio para ello.
Antiguamente los animales no envejecían. ¿Cómo no? Claro, cuando perdían funcionalidad, cuando enfermaban o se lesionaban, la manada lenta y naturalmente los hacía a un lado y quedando a su propia suerte, hasta que eventualmente era devorado por algún depredador. Esto mismo ocurría con el humano, quien además era constantemente atacado por enfermedades que hoy llamamos “comunes” o “leves”, pero que para entonces podían ser mortales. El humano comenzó realmente a envejecer cuando creó ambientes protegidos: Decidimos preocuparnos por el otro, desarrollamos tecnologías nuevas e hicimos lo mismo con otras especies animales al brindarles entornos seguros como zoológicos, reservas o incluso un espacio en nuestras casas.
Lo anterior ha permitido disminuir las tasas de mortalidad en general, así como la de muchas enfermedades, llevando los límites de supervivencia a niveles cada vez más altos, sin embargo, a pesar de que cada vez son más las personas que viven más años, ninguno ha vivido más de 120 años desde 1997, cuando Jaeanne Calment falleció a la edad de 122 años.
En relación a las capacidades físicas humanas, al analizar los récords mundiales históricos de las distintas disciplinas deportivas, la evidencia nos muestra que en una gran mayoría se ha alcanzado un tope hace varios años a pesar de los continuos y agigantados pasos de la medicina, nutrición y de los avances científicos en general.
Es verdad, en los últimos 100 años hubo grandes mejoras: De las casi 3 horas que demoraba en llegar a la meta un maratonista profesional a principios del siglo XX, hoy el récord vigente bordea las 2 horas. En este mismo periodo, el tiempo récord en recorrer los 100 metros de nado libre ha disminuido un 25%.

Sin embargo, desde hace 30 años que no existen diferencias significativas entre los resultados de los deportistas. Las excepciones que han aparecido, casi siempre han encontrado una respuesta en el doping, en los cambios de reglas o en el equipamiento de los deportistas. Ejemplo de esto último es lo que ocurrió con los trajes de baño de los nadadores que con los años logró mejorar significativamente su rendimiento, hasta que fueron prohibidos en 2009.
Vemos entonces, como la ciencia en el mundo se ha enfrascado en una especie de batalla por superar los límites naturales máximos del ser humano. Alimentos modificados, indumentaria que favorece la fisiología y anatomía humana, medicamentos de todo tipo, entre otras, sin embargo, no vivimos más, no somos más rápidos e inclusive la altura máxima que año tras año aumenta ligeramente su promedio en los chilenos, ya lleva 30 años estancada en los países de mayores ingresos del mundo.
La ciencia nos muestra por una parte que al parecer somos la primera generación en tomar conciencia de los límites del ser humano, sin embargo, también nos dice paradójicamente que aún hay mucho por descubrir y que eventualmente podríamos sorprendernos en un futuro con personas más altas, más rápidas y más longevas.
Ahora, ¿debemos enfocarnos en extender nuestros límites? ¿Debe ser nuestro objetivo vivir más? ¿Ser más rápidos? ¿Ser más fuertes?
Creo que vivir más no es el problema, sino que lo es el vivir nuestros últimos años de vida sin calidad, en lo que parece meramente un esfuerzo de supervivencia. Debemos enfocarnos en vivir y no en sobrevivir. Lamentablemente esto último es la realidad de miles de personas en Chile y el mundo, quienes pasan sus últimos años de vida postrados, dependiendo de pastillas y muchas veces, sufriendo en solitario.
Sea lo que sea que ocurra con los futuros avances de la ciencia, creo que, habiendo alcanzado un aparente límite, las políticas gubernamentales deben inevitablemente involucrarse y velar por que los límites de longevidad y rendimiento deportivo sean alcanzados por la mayor cantidad de personas y de la mejor forma posible. Que el foco sea vivir hasta los 100 años, no sobrevivir hasta los 120.