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Corriendo con Sentido

Corredor, profesor de la vida al aire libre y activista. Así se define Felipe Cancino (32), quien cree que el gusto por la naturaleza siempre debería ir conectado con la acción, y que no importa dónde estemos ni quienes seamos. Siempre podemos hacer algo por el medioambiente.

Por Emmanuel Vallejos. Fotos por Cici Rivarola.

La familia de Felipe Cancino nunca fue mucho de montaña y las aventuras al aire libre no eran tema. Las vacaciones en el sur fueron su contacto más cercano con el mundo exterior y su fijación por la naturaleza llegaría más tarde como una búsqueda personal. “Creo que todo partió un poco por curiosidad. Siempre me llamó la atención la montaña y su geografía”, cuenta.

Desde los 4 años participó en escuelas de fútbol y durante toda su niñez, su máximo sueño fue ser futbolista profesional. Pero a los 14 años, cuando se desempeñaba como cadete en la cantera de Universidad de Chile, una lesión en su rodilla le puso punto final a su carrera. “En ese momento dije: ‘chuta, mi sueño de ser futbolista se acabó acá’”, recuerda, aunque sería este hecho perjudicial el que abriría el abanico y lo obligaría a explorar otras opciones.

“Por otra parte, el tema de la recreación al aire libre y la naturaleza siempre me llamó la atención y sabía que era algo que también quería explorar. En el colegio participé en actividades al aire libre como campamentos o cosas así”, comenta.

Por esta razón, a los 17 años y recién salido de 4° medio, emprendió un viaje que cambiaría su vida. “Agarré un bolso, una bicicleta que tenía, 20 lucas y me fui a Pucón. Mi objetivo era aprender y ver qué quería hacer de por vida”, cuenta el deportista. Llegó al terminal de buses de Cautín, dejó sus cosas en custodia y partió a tocar puertas. El pasaje le salía $18.000, lo que le dejaba solo $2.000 para poder comer y hospedarse.

“Creo que cualquier trabajo en ese entorno me iba a llevar a la industria del deporte al aire libre, en algún momento. Y justo en una agencia, necesitaban a alguien. Como no tenía dónde dormir ni dónde comer, les pregunté si podía comenzar en ese mismo momento, si me podía quedar ahí o si había algún lugar donde podía dormir. Se fueron dando las cosas y así partió mi ‘carrera profesional’”, recuerda Felipe.

Entonces se hospedó en una habitación que no estaba terminada, que no tenía techo, y solo tenía un saco de dormir para cubrirse. Su alimentación eran principalmente papas fritas, valían $500 y era lo que le alcanzaba, pero estaba feliz.

Comenzó limpiando una bodega, luego arreglando y limpiando el equipo de quienes iban a subir al volcán, y al poco tiempo, fue ganando más responsabilidades. Empezó a vender tours y luego, fue a estos mismos para tener mayores argumentos para la venta. Finalmente, tomaría el rol de asistente de guía, como apoyo para llevar gente al volcán.

“Cuando me encontré en este sueño, que era estar en el volcán y ayudando en el guiado, dije: ‘sí. Quiero ser guía de montaña’”, cuenta.

El verano terminó y volvió a Santiago con una tremenda experiencia y con la seguridad de que era esto a lo que quería destinar su vida. También se dio cuenta de que las carreras destinadas al deporte y al aire libre comenzaban un auge y entró a estudiar Ecoturismo en Duoc, formando parte de la primera generación que egresó de esa casa de estudios.

“Ahí empezó un camino más profesional. Pero creo que esa temporada en Pucón fue clave para haberme decidido a los 17 años a decir: ‘sí, esto es lo que quiero hacer de por vida. Me encantaría trabajar de esto y vivir de esto’”, opina.

Foto gentileza Patagonia Chile.

La decisión no fue fácil, sobre todo para su familia, que no estaba muy convencida. Pero al ver lo apasionado que estaba Felipe, decidieron finalmente apoyarlo.

“Para ellos siempre han sido complejas las apuestas con las que he salido porque es una familia tradicional y todo lo que yo he hecho en mi vida ha sido diferente. Siempre hubo una preocupación de parte de mis papás. Imagínate, 14 años atrás, en el colegio me decían: ‘no estudies eso, te vas a morir de hambre’. Me lo decían así, textualmente, en la cara. Estuve expuesto a una formación muy tradicional, desde la escuela hasta mi familia, pero siempre rompí un poco los esquemas y he ido comprobando que se pueden hacer cosas diferentes”, comenta.

En la misma universidad conoció el trail running gracias a un ramo con el que aprendió a orientarse usando la brújula y el mapa, donde el examen fue precisamente una carrera de orientación. “Siempre me ha gustado mucho la cartografía y la geografía. Me fue súper bien en esa carrera”, recuerda Felipe.

Uno de los profesores que tuvo fue Gonzalo Urbina, quien competía en carreras de aventuras y quien terminó invitándolo a formar un equipo para correr en competencias a nivel universitario. Con el grupo ya conformado, fueron a su primera competencia, una carrera en la laguna Aculeo, en la comuna de Paine (Región Metropolitana).

“Era la primera vez que corría una carrera de este tipo y me encantó, aluciné. Así se me abrió un nuevo mundo, con la actividad al aire libre en un ambiente más competitivo”, cuenta.

Comenzó corriendo y compitiendo en la universidad, para luego crear su propio equipo con una pareja que tenía en aquel tiempo. Así estuvo cuatro años. Mientras tanto, se ocupó de hacer distintos deportes para mejorar sus habilidades en las carreras de aventura: mountainbike, kayak, y el que terminaría siendo una pasión más, el trail running.

Correr, disfrutar y competir

“Empecé a ir a estas carreras de trail running por entrenar, y me empezó a ir súper bien. Empecé a sacar podio y dije: ‘chuta, esto es mucho más simple y lo único que necesito son zapatillas y un short’”, comenta Felipe, quien recuerda que en aquel lejano 2006 no habían muchas carreras y que la única de mayor envergadura era la Ultramaratón de Los Andes.

La aparición del trail running fue decisiva a la hora de dejar las carreras de aventura. Esto por lo complicado de la logística, los traslados y los equipos. “A veces, uno no tenía todos los recursos para poder financiar estas cosas, sobre todo cuando estabas estudiando en la U. Entonces comencé a concentrarme un poco más, me empezó a ir bien y dije: ‘me quiero dedicar al trail running’. Ahí me fui de cabeza y comencé a correr mucho más”, explica.

Finalmente, al preguntarle por su primera carrera ganada, Felipe dice que realmente no la recuerda: “ya había sacado otros podios en carreras de aventura. Sí recuerdo haber corrido una Ultramaratón de Los Andes, que es hoy día el Endurance Challenge, y salí segundo. Fue mi primer podio en una carrera más grande, con mucho más público, con más competidores y eso me marcó en 2008”.

Foto gentileza Rodrigo Manns.

Educando en la montaña

Hace casi 9 años, Felipe postuló a una beca en Nols, la escuela de técnicas de vida al aire libre y de relación con el medio ambiente. Aquí se imparten los cursos de montañismo, kayak de mar, aventura, educador al aire libre y Maestro no Deje rastro; tanto para extranjeros como para chilenos.

“Tuve el privilegio de ganarla. Me becaron por un semestre en Patagonia, en un curso que dura tres meses en terreno, una experiencia en la que aprendí de qué se trataba Nols. La verdad es que antes no tenía mucho conocimiento y mi motivación para tomar un curso Nols era aprender técnicas de vida al aire libre y técnicas avanzadas de montaña, por eso fui”, comenta.

Luego, al terminar el semestre como alumno, le ofrecieron si quería quedarse y consolidarse profesionalmente haciendo clases con ellos. “Había terminado mi carrera, no tenía polola en ese tiempo, no tenía nada que me amarrara a la vida cotidiana, por lo tanto fue una buena oportunidad para expandirme profesionalmente y tomar un paso importante en mi carrera, y así partió un poco mi camino con Nols”, recuerda.

Con los años siguientes, Felipe comenzó a realizar clases por temporadas en países como Estados Unidos, India y Canadá, y empezó a destinar gran parte de su día a día a Nols. Pasaba 10 meses al año en expediciones en distintas partes del mundo, reuniendo experiencia.

“Recuerdo, cuando estaba partiendo en mi formación como deportista y como profesional al aire libre, haber ido a distintas charlas para ver otras experiencias y siempre me marcó mucho lo que otras personas hacían. Me ayudó también para inspirarme y hacer distintas cosas”, cuenta.

Comenzó su temporada en el norte de Canadá, donde pudo retratar la naturaleza virgen y algunas expediciones en glaciares. “Los territorios del norte de Canadá o en la frontera con Alaska, son lugares muy salvajes donde hay mucha naturaleza virgen, y ver especies como los osos grizzly, ver manadas de alces y venados, son cosas que uno tampoco ve muy seguido acá en Chile. Tenemos pocos mamíferos grandes. Ver toda esa naturaleza me llamó mucho la atención”, describe Felipe.

Después se radicó algunos meses en Estados Unidos, donde trabajó y preparó su nueva expedición: Oriente lo esperaba, India era su destino. “Es una cultura muy diferente a todas. La mayoría de los países que he visitado son de culturas occidentales. Entonces, el haber estado en Asia, específicamente en India, es lo más distinto que he hecho. Ver cómo vive la gente en la montaña me llamó mucho la atención, porque tenemos imágenes de países y de culturas que son equivocadas. Asumimos que la gente en India es pobre y, la verdad, es que haber estado viviendo en las montañas de India no me dejó esa impresión. Me dejó la impresión de que la gente no es pobre, sino que vive de manera simple porque lo hace en contacto con lo esencial”, opina.

Con la exposición de un diaporama llamado “Desde Canadá hasta la India”, presentado en el MallSport, cerró aquel diciembre de 2016, donde mostró sus expediciones por Monte Waddington y los Himalayas.  

Motivo de acción

La innegable conexión que tiene Felipe con la naturaleza lo hizo radicarse en el Cajón del Maipo, desde donde sale a hacer expediciones a distintos lugares. “Creo que soy un deportista de montaña, un educador al aire libre y también un activista. Son tres pilares. Soy instructor de montaña cuando paso gran parte del año haciendo expediciones y educando a personas, y muchas de esas enseñanzas son temas ambientales. También soy deportista al aire libre, hago trail running, montañismo, escalada y ski en sus distintas formas”, dice.

Hoy, busca inspirar como lo hicieron con él, a quienes quieran dedicar parte de su vida al deporte o a la vida al aire libre. “Siento una deuda y un compromiso con entregar de vuelta a la comunidad. Siento que es súper importante compartir experiencias para generar impacto en las personas. Me gusta empoderar a la comunidad, entregar conocimiento y herramientas también. Cada vez que puedo trato de hacer una charla para inspirar gente”, concluye Felipe.

Takayna, de Tasmania a Chile

Takayna (2018) es un documental que acompaña a la doctora y trail runner Nicole Anderson por los bosques de Tasmania. Estos cuentan con sectores que tienen una pureza impresionante, pero otros han sido víctimas del avance descontrolado de la humanidad; y muestra cómo desde el deporte, es posible luchar por una mejor conservación de estas zonas.

“Me tocó harto porque creo que es una película que tiene mucho que ver con Chile y con otros países del mundo. Como sociedad necesitamos recursos, pero tenemos que ver cómo realmente los aprovechamos de una manera sustentable”, comenta Felipe, quien fue el encargado de mostrar esta película en Chile.

Así recorrió ciudades del sur como Coyhaique, Valdivia y Puerto Varas. En todas ellas, luego de la exposición, se daba un espacio de conversación donde el público podía opinar respecto a lo visto, y hacer reflexiones sobre la conservación en el territorio nacional.

“Es una película que toca bien profundo el corazón de las personas. Obviamente el lugar es maravilloso, las imágenes son increíbles, el sonido de la película está muy bien escogido, todo lo que se hizo está muy bien compuesto. Fue súper interesante ver la reacción de la gente. Uno queda con un mensaje muy fuerte en el inconsciente y toma tiempo procesarlo. Entonces, tener la oportunidad de conversar y llegar a un cierre es súper positivo”, cuenta.

La conexión con la tan lejana Tasmania, piensa Felipe, “es porque los bosques lluviosos en este lugar son muy similares a los de Chile, y las amenazas forestales que están viviendo ellos son algo que nosotros también vivimos. De hecho, de Santiago hacia el sur, el conflicto mapuche es una historia súper negra que calza con lo que están viviendo ellos allá. Es conmovedor y también inspirador porque te muestra que se puede ser activista a través del trail running y que puedes hacer muchas cosas porque todos pueden ser activistas desde las distintas aristas”.

Senderos, correr sin competir

Felipe ha visto cómo la comunidad de personas que practican trail running ha crecido durante los años. Pasaron de ser unos pocos, que se repetían en las distintas carreras, a ser grandes grupos de corredores que llegan a disfrutar de la naturaleza. Bajo esta situación comenzó a pensar en la necesidad de hacer comunidad y de reunirse en pos de estos espacios.

“Sería súper egoísta como deportistas, solo aprovechar lo que nos entrega la naturaleza y la vida al aire libre. Todos tenemos una tremenda responsabilidad y creo que es súper importante hacer algo”, comenta.

Así fue como se comenzó a gestar el encuentro Senderos, una instancia que se celebró inicialmente en el Cajón del Maipo, donde se invitó a corredores que también querían conversar sobre el medio ambiente.

“Creo que la masificación del deporte ha traído muchos beneficios como el que tengamos más gente y eventos al aire libre. Cosas que son importantes para el bienestar de las personas, pero a la vez, esto mismo ha ido degradando la naturaleza y ha hecho que estas conductas hacia el medio ambiente no necesariamente sean las mejores. Lamentablemente, hemos transferido ese impacto al medio ambiente, entonces había esa necesidad de hacer algo”, dice.

Foto gentileza Rodrigo Manns.

“Lo otro es que la comunidad de trail running se ha vuelto muy competitiva. Siento que está bien que haya competencia, siempre y cuando sea sana. Quizás las redes sociales no ayudan mucho con eso y hay mucha descalificación gratuita, mucha competencia negativa, mucha envidia. Por eso, era necesario generar un evento positivo, donde dejáramos de lado la competencia un fin de semana y nos reuniéramos, no por nosotros, sino por el medio ambiente”, agrega.

El evento logró reunir 30 personas que llegaron al Cajón del Maipo para disfrutar de jornadas de conversación, debate y compañerismo en torno al trail running. Esto les permitió, incluso, llevar el encuentro hasta el sur de Chile, donde también tuvieron una numerosa  concurrencia.

“Lo que yo quiero es que este evento se potencie, que la gente entienda de qué se trata, que no es una carrera, que es difícil de explicar porque la mayoría, por lo general, asocia el trail running con carreras. No es eso, es mucho más que eso y queremos que la gente se vaya familiarizando un poco más con el concepto del encuentro y del evento. Estamos en eso y ha sido, para mí, algo súper exitoso. Estoy orgulloso de que esté funcionando y de que tengamos buenas experiencias”, cuenta Felipe.

Para él, nuestras ideas se alinean con nuestras acciones, y en este sentido, los deportistas y trabajadores al aire libre tienen un rol sumamente importante al momento de educar.

“Como chilenos, creo que debemos seguir aprendiendo sobre el medio ambiente, lo necesitamos. Necesitamos aprender rápido porque somos un país que tiene muchos recursos naturales y hoy están amenazados. Tenemos que entender que nuestro medio ambiente necesita protección y un mejor manejo. Por último, creo que es importante que la gente aprenda que el activismo es importante porque estamos depredando  nuestro país y porque cada uno puede actuar desde distintos espacios”, finaliza el deportista.



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