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En un pequeño rincón del Mundo

Alguien me dijo una vez… “las mejores experiencias son cuando no las planeas”. Y esta historia se trata sobre eso, de una mágica aventura por el Overland Track de Tasmania.

Por Antonia González.

Es octubre de 2019 y hace tres días que llegué a Launceston, una pequeña pero preciosa ciudad en el centro Tasmania. Hace solo tres días que tomé la decisión de comenzar a viajar sola por Australia, dejar la comodidad de Sydney y venir a probar suerte a esta maravillosa isla, llena de paisajes deslumbrantes y, lo mejor de todo, muy alejada de las grandes ciudades.

De hecho, esa fue una de las principales razones por las cuales elegí Tasmania, para pasar más tiempo en la naturaleza y tener la posibilidad de realizar largas caminatas, ir de camping, etc.

Pero para ser sincera jamás pensé que se daría todo tan fácil y rápido. Porque fue al día siguiente de haber llegado a Launceston, que conocí a Raph, un chico de Bélgica (que actualmente vive en Melbourne) que vino a Tasmania solo para realizar el famoso “Overland Track”, uno de los senderos de larga distancia más conocidos de Australia y del mundo.

Cuando me di cuenta sobre esto, mi reacción inmediata fue: “¿yo puedo ir contigo?” Sorprendido me dijo que sí, por lo que desde ese mismo instante, comenzamos a planear el viaje juntos: qué necesitábamos, qué comida llevar, cuántos días serían, etc.

Y fue ahí cuando me creí el dicho “atraemos las cosas que queremos”…

No teníamos mucho tiempo, así que dedicamos un día entero para comprar las cosas que nos faltaban, organizar las mochilas, tomar una buena ducha y descansar antes del gran día. Por mi parte, no quise mirar mucho en internet de qué se trataba el recorrido, para así dejarme sorprender con el clima, los animales y, sobre todo, con los paisajes.

Serían en total 8 días, caminando entre 4 y 8 horas diarias, moviéndonos de un camping a otro y cargando nuestra propia comida, carpa, saco de dormir, colchoneta y ropa.

Día 0

Cuando me dormí esa noche anterior al viaje, soñé que estaba escalando una montaña muy alta repleta de nieve. Realmente estaba nerviosa…no sabía dónde me iba a meter al día siguiente.

Por la mañana, a las 7:15, me recogió la van que nos llevaría al inicio del sendero. Pasamos a buscar a varios, entre ellos, a mi amigo Raph. Se subió al auto y me miró con ojos de ansiedad y emoción. ¿Emocionada?, me preguntó.

Durante las 3 horas de camino hacia el Parque Nacional Cradle Mountain (con una altura de 1.545 sobre el nivel del mar) nos fuimos hablando de nuestras vidas. Él me contaba que Bélgica no tiene muchos lugares con naturaleza para hacer largas caminatas y ese tipo de cosas. Y yo le mostraba fotos de Chile, de Torres del Paine, del Parque Nacional Queulat, de San Pedro de Atacama y, por supuesto, de mi amado Cajón del Maipo. Le dije que jamás había visto paisajes tan hermosos como en mi país.

Llegamos al primer punto donde debíamos pagar la entrada ($30 AUD, equivalente a $15.000 pesos chilenos), la que te permitiría estar alrededor de ocho semanas dentro del parque. El conductor nos dijo que también debíamos ponernos ropa para la lluvia y sacar lo que necesitáramos de la mochila para estar listos. Allí mi estómago se revolvió de nervios.

Al bajarme, lo primero que vi fue un wombat (animal nativo de Australia) y enseguida supe que esta aventura iba a ser entretenida y muy diferente a las demás que había tenido…Primero, porque estoy en otro país. Segundo, porque el idioma y cultura son completamente diferentes, y tercero y más genial, es que ves cosas que no estás acostumbrado, como animales extraños, paisajes distintos y personas de todo el mundo que están viajando y conociendo, igual que tú…


La primera foto, antes de comenzar la travesía.

Día 01

No sabía mucho sobre Raph, pero algo dentro de mí me decía que éramos muy parecidos. Nos habíamos conocido hace recién 2 días, y yo ya me había invitado sola a su aventura. Sin embargo, él parecía feliz de poder compartir esa experiencia conmigo.

Nos habían dicho que el primer día de caminata sería el más difícil, debido a la cantidad de kilómetros (alrededor de 15) más las dificultades y subidas. Además, el clima anunciaba lluvia y frío. Y aunque yo no sabía muy bien a lo que iba, estaba mentalizada para todo.

Luego de algunas horas caminando, comenzó a llover. Yo solo había comprado una capa para el agua (de esas que parecen bolsas de basura), todos parecían muy preparados y me causaba risa ver cómo me miraban con bastante curiosidad.



Además, mis zapatos no eran resistentes al agua, así que la mayoría del camino -entre que pisaba pozas y me caía lluvia- fui con los pies mojados. Pero bueno, es parte de la aventura. Al menos, eso intentaba pensar para no desesperarme.

En el camino conocimos a dos chicos australianos  con los que decidimos subir juntos a una de las cumbres de Cradle Mountain. Me sentí como una niña intentando escalar esas enormes rocas llenas de nieve para poder llegar a la cima. Arriba, estaba tan nublado que no pudimos ver el paisaje, pero valió la pena la subida.

Este día, en particular, me encantó. El hecho de que haya estado nublado lo hizo mucho más interesante. Las montañas nevadas y el sol asomándose entre las nubes, me hicieron sentir tan pequeña que agradecí cada minuto por estar ahí.


El clima de Cradle Mt es muy variado. Tuvimos la suerte que nos tocó solo un día de nieve.

Día 02

El color azul invadió el segundo día. Las lagunas que fueron apareciendo en el camino hacían que Raph parara cada 10 minutos a tomar fotos con su cámara a rollo. Me dijo que este había sido uno de sus paisajes favoritos.

Luego de una larga caminata de unas 6 horas, y con un día maravilloso, llegamos al camping un poco antes de que oscureciera. Armamos la carpa rápidamente y preparamos algo de comer.

Habíamos comprado esta extraña comida para astronautas, con el fin de que “cocinar” fuera más rápido y fácil, y así dejar más tiempo para caminar y descansar. Yo llevaba, además, barritas de cereal energéticas y frutos secos.

Administrar la comida aquí era bastante difícil. Había momentos en que quería comerme todo lo que tenía en la mochila. Y lo que estaba intentando era comer una barrita de cereal al día, pero mi ansiedad por chocolate no ayudaba.

En la noche, Raph no podía creer todas las estrellas que habían en el cielo. Parecía un niño viendo algo por primera vez. Estuvo, por lo menos, una hora sacando fotos con su cámara y trípode.

Me dijo que era la primera vez que veía el cielo tan estrellado. Y yo pensé inmediatamente en Chile, en el Cajón del Maipo, en el Valle del Elqui o en Cochamó, donde alguna vez vi el cielo empapado de estrellas…y pensé en lo afortunados que somos.


Día 03

Las noches eran frías y las mañanas aún más frías. Este día, en especial, pasé mucho frío. Desperté varias veces intentando abrigarme, moviéndome de un lado a otro para sentir calor. Pero creo que no dio mucho resultado.

Y bueno, como pasé una mala noche, en la mañana me di un gustito y preparé té y me comí una barrita de cereal de chocolate y frutos secos.

Con Raph compartíamos el peso de la carpa. Un día yo llevaba lo más pesado y él lo más liviano y al día siguiente viceversa. Y este día me tocó lo más pesado. El día (en mi opinión) más largo y difícil, pero no solo por la caminata, sino porque me enfermé del estómago y no tenía la misma energía que el día anterior. Por lo tanto, para mí, este día fue bastante duro.

Es muy común que la gente se enferme del estómago en este tipo de circuitos, ya que en el camino el agua se saca solo de ríos o cascadas, excepto cuando llegas a la zona de camping, donde además de haber agua potable, hay una especie de refugio donde la gente puede pasar la noche en caso de que esté muy frío.

De hecho, esa noche dormimos dentro del refugio. Aprovechamos que había espacio y nos dimos una noche libre de armar carpas y pasar frío.

Día 04

Al parecer Raph lo tenía todo bien estudiado. Incluso, llevaba siempre consigo un libro con toda la información del recorrido. Y bueno, yo solo confiaba en que todo saldría bien.

Estar aquí es una verdadera desintoxicación digital. No tienes señal, así que todo el tiempo estás “obligado” a estar en el presente. Conversar, compartir, estar en silencio y pensar.


Y me encanta. Me encanta disfrutar de lo simple, cocinar en una olla diminuta, esperar más de lo normal para que se caliente el agua, esperar todo el día para comer algo dulce, y sentir que lo mereces. Meterte en el saco de dormir e ir a descansar después de un largo día de caminata. Te sientes realizada y agradecida. Feliz. Plena.

Esa caminata, en particular, fue muy especial. Además de haber caminado entre bosques completamente verdes y rodeados de montañas, con Raph fuimos conversando de diferentes temas y comparando Chile con Bélgica. Él se sorprendía cuando le hablaba sobre lo precario y costosa que es la salud, la educación y las jubilaciones en Chile. Pero lo que más le impactó fue cuando le dije que pagamos por el agua.

Día 05

Cada día veíamos un paisaje diferente. Valles, selvas tropicales antiguas, bosques de eucaliptos, páramos de pastos dorados, montañas imponentes y rocosas, y hermosos prados alpinos.

Y a pesar de que el recorrido tiene una longitud de 74 km a través de la Reserva Natural de Tasmania, desde Cradle Mountain hasta el lago de St. Clair, la ruta pasa por las tierras altas de Tasmania, junto a la montaña más elevada de la isla: el Mount Ossa (1617 m), las cuales se pueden visitar fácilmente si decides quedarte más días.


Una captura de Raph sacando fotos con su cámara a rollo.

Nosotros, en vez de terminar en 5 días, decidimos quedarnos 8 para completar los otros recorridos cerca del sendero.

Este día dejamos las mochilas en la zona de camping e hicimos una caminata bastante empinada que nos regaló una vista impresionante de todo el valle, los lagos y las montañas desde la cima.

Día 06

Es increíble lo bien diseñado que están los senderos. Los caminos de madera, los baños secos ecológicos, los letreros con información y los refugios.

Aquí, los australianos y turistas jamás botan un papel en el recorrido, jamás intentarán hacer alguna estupidez como prender fuego en algún lugar inadecuado; y lo que más me gusta, es que conviven muy de cerca con los animales nativos que hay: wallabies, wombat y possum…bueno y arañas, cacatúas, bichos extraños y serpientes también. Realmente los puedes encontrar en todas partes.

Este día no hablamos mucho con Raph. Yo creo que era porque ambos estábamos agotados. Tuvimos un día bastante largo y con mucho calor. Sin embargo, cuando llegó la noche, compartimos un chocolate entre los dos y nos dormimos muy temprano para descansar.

Día 07

Las caminatas eran largas y la mayoría del tiempo iba caminando sola. Me topé con gente en el sendero y a veces caminé junto a Raph, cuando él intentaba ir a mi ritmo para conversar.

En esos momentos de soledad, la mente empieza a funcionar y piensas muchas cosas. A veces me reía internamente y decía, ¿qué carajos estoy haciendo en este rincón del mundo, con un tipo que recién conocí y que le entiendo la mitad de lo que me dice? Y al mismo tiempo decía, que bueno que vine. Al fin y al cabo, de eso se trata la vida. De arriesgarse y no dejarse llevar por supuestos.



Este día fuimos a una cascada maravillosa. Estuvimos más de una hora ahí, contemplando la magia de la naturaleza y compartiendo algo de comer. Conversamos sobre algunas experiencias chistosas que habíamos tenido y jugamos al típico juego que siempre propongo cuando ya no hay nada más que hablar: ¿Qué harías si…?

Día 08

Se venía duro. Era el último día y nuestro plan era caminar 8 horas para llegar al último punto y pasar la noche en el camping del lago St. Clair. Nos íbamos a saltar una zona de camping para intentar llegar antes de que oscureciera.

Raph me decía que debía ir más rápido pero era difícil. Estaba muy cansada y me costaba caminar rápido con todo el peso. Así que fui a mi ritmo.

En algunos momentos íbamos hablando y caminando juntos, y en otros, simplemente me quedaba atrás. Él me esperaba y nos volvíamos a juntar.

Era el último día, la última caminata y probablemente la más larga y cansadora. En un momento empezamos a hablar de lo que íbamos a comer cuando llegáramos a la “civilización”. Yo solo pensaba en un gran desayuno, con panqueques, café, pan huevos, palta y todo lo que se pueda comer en un desayuno.

Habíamos formado una linda amistad con Raph. Cada vez más cerca del final de la ruta, empecé a sentir una sensación extraña, de felicidad por todo lo vivido y lo logrado, y a la vez, de tristeza, porque sabía que me tendría que despedir de él, y quizás no verlo en varios años más.

Mi cuerpo se movía por inercia. No sentía los hombros por el peso de la mochila. Me dolían las piernas por haber caminado 8 horas sin descanso. Mi mente estaba cansada también.

Llegamos al último punto y la felicidad se me notó a metros de distancia. Empecé a bailar y a correr hasta llegar al camping, lo único que quería era sacarme la mochila y comer. Raph se reía, me abrazaba y me decía con una sonrisa, “¡lo logramos!, estoy muy feliz de que hayas venido”.

Día 09

Al día siguiente, luego de haber pasado la última noche con mucha lluvia y truenos, nos levantamos ansiosos para tomar el mejor desayuno de nuestras vidas.

Pagando solo $20 aud ($10.000 cl), tuvimos derecho a buffet de desayuno. O sea, comimos todo lo que quisimos durante dos horas y media. Ya perdí la cuenta de cuantos panqueques me comí…

Así, la experiencia fue llegando a su fin. Fuimos a caminar al lago por última vez y conversamos de lo maravilloso que había sido todo. Nos reímos y Raph me dijo que jamás olvidará las preguntas absurdas que le hice cuando jugamos “¿qué harías si?…”.

Ambos, con sentimientos encontrados, nos preparamos para despedirnos de este increíble lugar: “Overland Track”, que nos acogió durante 8 días y que nos robó un pedacito del corazón.


¡Fin!



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