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Unidas contra el plástico

Exxpedition, proyecto en el que mujeres se embarcan a explorar el impacto del plástico en los océanos, cuenta con su primera participante chilena. Aquí te contamos su historia, y cómo es que profesa, su gran amor por el mar. 

Por Emmauel Vallejos.

Paula Espejo (40), psicóloga, buzo certificada, capitana costera y madre de tres hijos, no tuvo quien la introdujera al mar. Lo suyo solo nació de la curiosidad y la fascinación.

«El mar en mi vida ha sido un hilo conductor, una constante, desde súper chica. En mi casa había un libro con conchitas y yo no sabía ni leer, pero esa imagen que estaba pegada, la miraba y la miraba. Siempre fue esa sensación, de ir al mar, recoger conchitas y ver qué había pegado en las rocas», cuenta. 

Pero a diferencia de otras historias, la de Paula no cuenta con un gran apoyo, ya que tuvo remar más bien sola para alcanzar este mundo que quería conocer.

«Es como en la película de Disney, Moana. A mí me pasó un poco lo mismo. Cuando quise bucear, mi papá me decía que no porque era peligroso. De hecho, trabajé un verano de bartender en Costa Cachagua para poder pagarme el curso y que nadie me pudiera detener»; recuerda. 

Y añade: «en general, todo lo que tiene que ver con el mar en mi vida no tiene que ver con un abuelo que me haya llevado al mar, o con alguien que me haya potenciado. Fue algo que tuve que seguir y enfrentar con obstáculos y tuve que ser súper tenaz para mantener ese propósito. Toda mi historia con el mar ha sido como una historia sufrida de amor. Fue similar a lo que me pasó con este proyecto de Exxpedition», la organización de viajes exclusivamente femeninos que exploran el impacto de la contaminación plástica en los océanos.

Cuando se encontró con Exxpedition, se dio cuenta de que en este proyecto se unían dos de sus preocupaciones principales: una era la falta de mujeres en materias ligadas a la navegación y al mar, y la otra, el impacto de la contaminación en el mar, sobre todo por consideración a las generaciones venideras. 

«Mi conexión con el mar y cómo llegué a Exxpedition fue cuando empecé a ver primero que a mí me gustaba el mar, y que, si hacía un montón de cosas que hacían los hombres y tenía las mismas responsabilidades, por qué no podía tener un velero. Qué pasa que tampoco veo a otras mujeres a cargo de un velero, qué pasa en el resto del mundo. Buscando esto me encontré con Exxpedition. Una primera cosa que me llama la atención es que estamos en un mundo que debiera tender a un mayor equilibrio pero las mujeres seguimos muy afuera, participando muy poco en este entorno marino. Por otra parte, desde que empecé a bucear, a los 20 años -ahora tengo 40-, me ha tocado ver el deterioro del mar, en los bordes costeros y en la basura que hay hundida. Mi preocupación es que mis hijos puedan tener la posibilidad de maravillarse igual que yo, y de saber que debajo del agua hay cosas vivas y no puras bolsas de basura y neumáticos», dice.

«Exxpedition integra bastante bien esto de que las mujeres han estado fuera de las expediciones, de la náutica y de la ciencia en un momento en que las necesitamos. Como embajadora de Plastic Ocean y de Exxpedition ­­­—porque todas las mujeres que participamos de Exxpedition quedamos en calidad de embajadoras— vemos cómo a nivel local, empezamos a desarrollar el que más mujeres, niñas y jóvenes sean parte y se integren a este entorno para protegerlo», agrega.

Esta expedición, compuesta por 300 mujeres, partió luego de que su fundadora observara durante un viaje, el impacto del plástico sobre el agua. «Se trata de una fundación británica que se creó en 2014 cuando su fundadora, que es arquitecta, se fue en un barco carguero para concretar un viaje. En este trayecto se dio cuenta de que el plástico estaba flotando en todas partes y que ni siquiera era plástico, sino que micro-plástico», cuenta la buzo. 

«En una búsqueda por Google, a las 4 de la mañana, me encontré con este proyecto y justo estaban lanzando esta expedición, en diciembre de 2018, y estaban convocando postulantes. Dentro de todas, seleccionaron a 300 mujeres de todo el mundo. Hasta la fecha han postulado más de mil y yo soy la primera y única chilena escogida», comenta.

Luego de unas cuantas entrevistas le notificaron que sería parte de Exxpedition y que podría elegir el tramo del cual sería parte. Ella no lo dudó, y como su idea era aportar al país donde siempre ha navegado, el tramo que pasa por Chile fue su zona elegida.

«Mi conexión con el mar y cómo llegué a Exxpedition fue cuando empecé a ver primero que a mí me gustaba el mar, y que, si hacía un montón de cosas que hacían los hombres y tenía las mismas responsabilidades, por qué no podía tener un velero»

«Me avisaron en junio de 2019, me hicieron un par de entrevistas y me mandaron un correo donde salía que me habían seleccionado para ser parte de la tripulación. Cuando postulé, afortunadamente, tuve la oportunidad de elegir el tramo en el que podía navegar. Mi idea siempre fue hacerlo en las costas del Pacífico, por eso postulé a ese tramo. Me interesaba trabajar para mi raíz. Me importaba que, con lo que yo aprendiera, fuera a contribuir al desarrollo de Chile y básicamente buscar alianzas», explica.

Aquí conoció a un grupo homogéneo formado por distintas latitudes del mundo, donde el idioma oficial es el inglés. En esa ocasión, la menor de las participantes era una australiana de 24 años y la mayor, una inglesa de 54. Según Paula, había un ambiente en el que no había distracciones y donde, cuenta, se relacionaban entre ellas de forma profunda.  

«Primero, estoy súper agradecida de poder compartir nuestra experiencia y también, de conocer a las otras tripulantes en un contexto con pocas distracciones. Nosotras no tuvimos acceso a internet en toda esta travesía y eso nos obligaba a estar presente para relacionarnos con las demás y conocerlas. Con una niña de Costa Rica éramos las únicas latinas. Lo interesante era la flexibilidad de cada una, porque sabían cómo ser buen equipo con quienes no se sentían tan bien. Yo, entre el día cuatro y el siete, estaba muy mareada, como otras cinco que la pasaron mal en una navegación súper oceánica, con mucho movimiento y donde teníamos que funcionar todo el día. Supimos convivir en un espacio reducido, conversar y aprender de las otras personas que tenían una historia de vida distinta», cuenta Paula. 

Además, el viaje resultó ser bastante especial para ella, ya que el grupo de amigas que logró consolidar en aquella ocasión, terminó siendo testigo de otros importantes sucesos de su vida:

«Mi marido me fue a buscar de sorpresa a Isla de Pascua, nos casamos ahí y todas me acompañaron en mi matrimonio improvisado. Me iba a casar en el Registro Civil pero la persona fue a mi hotel. Me acompañaron todas mis compañeras de navegación, vestidas preciosas, todas se arreglaron demasiado lindas y compraron un cuadro de un velero porque sabían que navego. Aquí formas un vínculo de por vida, independiente de que no nos veamos en mucho tiempo más. Para mí, lo más importante es poder conocer a alguien en este contexto sin interrupciones», comenta.

Durante el viaje, también pudieron evidenciar los tipos de plástico que se encuentran bajo  las costas chilenas y Rapa Nui, un giro poco explorado en comparación con su par, el Pacífico Norte.  

«El plástico en el fondo, esta es la experiencia que me tocó en el tramo que navegué yo. No encontramos plástico o islas de plástico flotantes, a pesar de que atravesamos uno de los giros menos estudiados, ya que el ciclo del Pacífico Norte está súper investigado por Estados Unidos, con recursos científicos, acuarios y un montón de centros de investigaciones centrados a este tema. Entonces, nos tocó pasar por este giro al noroeste de la Isla de Pascua durante un día con el mar muy calmado, como taza de leche. Se reflejaban las nubes y uno decía: ‘este océano está impecable, acá no hay nada’. Pero nos tocó que en esta parte del mar, había cinco veces más micro plástico que en otros lugares», cuenta Paula.

Fotos por Paula Espejo y Pablo Gacitúa.

Al salir pudieron entregar sus resultados preliminares, que se sumarán a los de las otras 30 expediciones que completan el proyecto y que se sopesan en un laboratorio que permite obtener resultados cada vez más precisos sobre el impacto del plástico.

«Pese a que esta contaminación no se ve, nosotras teníamos posibilidades de estudiar el plástico en el mar hasta las 200 millas, y estudiamos hasta las 220 millas fuera del territorio de Chile. Para estudiar esto, tenía que ir un investigador chileno y la gente de Exxpedition no la quiso llevar, en el fondo porque lo elegía la Armada y podía ser cualquiera. En todas las expediciones que se hicieron en el giro del Pacífico Sur, que es el que llega a Isla de Pascua, la cantidad de plástico era cinco veces mayor a lo que habíamos encontrado en el resto del trayecto, donde el tipo de plástico es el que usualmente te encuentras en la superficie, el que flota: el polietileno de alta densidad, de baja densidad, fibras de nylon y acrílico, y polipropileno. Todo lo otro, se hunde. También hicimos una prueba con una columna de agua con botellas que se introducen a los 25 metros de profundidad, cuyas muestras van al laboratorio, porque esas —como otras que hicimos— hay que hacerlas en un espacio controlado. Nosotras podemos determinar cuánto plástico y el tipo», explica la buzo.

Esta experiencia dejó muchos recuerdos a Paula y la motivación de trabajar conectada a la red de mujeres parte de Exxpedition, quienes apelan por mejores políticas y prácticas sobre el cuidado del impacto del plástico en los océanos. 

«Pese a que esta contaminación no se ve, nosotras teníamos posibilidades de estudiar el plástico en el mar hasta las 200 millas, y estudiamos hasta las 220 millas fuera del territorio de Chile»

«Estoy orgullosísima de haber pasado por esta experiencia y tremendamente agradecida, aprendí mucho. El 2 de abril se cumplió un mes en tierra, de vuelta. Lo que viene para mí es cómo bajar esta experiencia a nivel local en Chile e Isla de Pascua. Sigo trabajando con las empresas, instituciones, Armada y varias otras, para ver cómo concretar estos planes. Hoy estamos pensando en el mediano plazo, para cuando se reanuda la temporada de navegación, donde hay mucho trabajo que hacer. Este debe ser de forma colaborativa y mancomunada», cuenta.

Sin embargo, dice, el cuidado del plástico no puede estar solo ligado a iniciativas y campañas de las personas, sino también al sistema económico imperante, donde la regulación debe ser estatal y donde debe existir la misión de promover el uso de materiales que tengan un menor impacto en el medio ambiente.

«La regulación tiene que venir de parte del Gobierno, y los consumidores —en el fondo y en la medida que sea posible— tenemos que elegir lo mejor. El asunto es que tenemos un tema de presupuesto. Cuando uno tiene algunos temas resueltos en la vida, uno puede decir que en vez de una bolsa de basura voy a usar otra que es biodegradable, pero que es más cara. Si tengo un presupuesto limitado, lo que voy a tender a hacer es a tomar solo decisiones que me permitan sobrevivir y eso, en el fondo, es algo que se da en millones de lugares de Latinoamérica. Tenemos hábitos de consumo que están armados por esta condición, en cómo mantengo una familia, en cómo sobrevivo mucho más», opina Paula. 

Finalmente, insiste en que estas expediciones no pueden ser vistas tan solo como una actividad aislada, sino que debieran mezclarse con campañas públicas y privadas: 

«Navego y tengo una experiencia increíble. Pero no saco nada con ser seca reciclando si soy la única que lo hace, no se inclina la aguja para ninguna parte. Nombro el ejemplo del Coronavirus: si hay una sola persona que no se queda en la casa, nos contagiamos igual. Con el tema del micro-plástico pasa exactamente lo mismo, y todos los temas que se vienen al futuro tienen que ver un poco con eso. Con cómo salimos de la crisis individual, porque los problemas que tenemos son de todos, no de un individuo», concluye Paula Espejo, la embajadora de Plastic Ocean y de Exxpedition en Chile.



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