Runology Proyect vuelve a pasar por Cochamó, esta vez, para aprender que la diabetes es muy similar a subir montañas: el camino se hace difícil a veces, pero para disfrutar, siempre vale la pena esforzarse.
Por Carola Fresno.
Volver a Cochamó siempre fue un sueño que teníamos en Runology Project, ya que aquí habíamos tenido nuestro primer viaje juntas, y fue uno de los pocos a los que fuimos solas.
Desde que estuvimos ahí, en diciembre de 2017, nos prometimos que esa sería la primera vez de muchas. Nos demoramos más de lo que hubiéramos querido, pero cuando la Teté nos propuso un viaje solo para personas con diabetes tipo 1 (DM1), no dudamos en apoyarla, y en que tenía que ser en Cochamó (un lugar único que nos permitía sentirnos como en casa ya que, logísticamente, tenemos muchos amigos en la zona que nos podían ayudar).
Para las Runology Project, ese primer viaje de seguro marcó un antes y después en la vida de las tres, convirtiéndonos no solo en compañeras, sino que en socias de un proyecto que nos permite viajar a lugares alucinantes con gente que queremos, además de entregarnos enseñanza y crecimiento cada vez.
Partimos creando la idea hace más de un año, inspiradas en T1D Challenge, una agrupación que realiza viajes con personas con DM1 de todo el mundo, pero son la mayoría en Europa/EE.UU. Por lo tanto, nos planteamos, ¿qué pasaría si hacemos el primer viaje de personas con diabetes de Latinoamérica? ¿Y si lo hacemos bajo el sello y organización de Runology Project?
Así nace D-Experience (Diabetes Experience), donde los invitados esta vez no serían nuestros amigos, ni nuestros conocidos, sino 13 personas de Latinoamérica con diabetes tipo 1, acompañados de un grupo médico y un fotógrafo. El requisito, que como equipo de organización pedíamos, era tener un muy buen estado físico, ya que necesitábamos que se tuviera la capacidad de hacer caminatas de alta dificultad por más de 8 horas seguidas. Además, sabíamos (porque la Teté es nutricionista con especialidad en D1) que esto requeriría a personas con muchísimo conocimiento de su condición, y lo importante era que estuvieran motivadas para vivir un desafío como el que estábamos planeando.
En definitiva, este viaje sería distinto, pues no se trataba solo de gozar, de correr, de conversar y de disfrutar de paisajes maravillosos. Este viaje tenía de trasfondo demostrar que la diabetes no es un impedimento para lograr grandes proyectos deportivos.
Con la Sole no sabíamos casi nada de la diabetes tipo 1, por lo que leímos y tratamos de aprender de qué se trataba para no estar tan out. Lo primero que teníamos que entender era que la diabetes tipo 1 es una enfermedad que actualmente no tiene cura y tampoco es prevenible. A este grupo de personas no les dio diabetes por comer mucha azúcar, ni por ser obesos, ni sedentarios. Ellos nacieron con un gen que se expresa así.
Los primeros síntomas, antes del diagnóstico, son baja de peso, muchísima sed y por ende, muchas ganas de orinar y hambre. Cuando se te diagnostica DM1, «debutas» y comienzas el largo camino de aprender a vivir con ella en todas las etapas de tu vida. Es una enfermedad crónica y es muy importante estar bien controlado para evitar tener complicaciones asociadas. Se ha estudiado que el deporte ayuda a mantener las glicemias equilibradas, pero tal como aprendimos durante estos días, hay que saber controlar todas las variables.
Cada una de nosotras fue consiguiendo distintos aportes y auspiciadores, logrando tener como patrocinador principal a Medtronic Diabetes Lationamérica, quienes creyeron en este proyecto desde sus inicios e impulsaron a que pensáramos en grande. Por otra parte, TurBus se puso con todos los pasajes ida y vuelta en buses premium. Vivo nos llenó de frutos secos, barritas de cereal, galletas y tallarines. Merrel Chile nos equipó para la lluvia, el frío y el sol. Viñedos Veramonte y Cerveza Nómade fueron nuestros premios post trekkings, y Café Señor K nos despertó durante cada mañana.
No fue fácil coordinar todo, pues nos tomó más de un año que todas las piezas cuadraran. El viaje requería una gran logística y esta vez, necesitábamos llevar a un equipo médico y guías que nos apoyaran, ya que sabíamos que cada sendero tomaría un poco más de lo normal porque nuestro objetivo número 1 sería mantener a todos dentro de los niveles seguros de glicemia y además, de mantener al grupo unido.

Partimos eligiendo al equipo médico que estaría detrás de todo. En esta oportunidad, nos acompañó Bruno Grassi, diabetólogo de la Pontificia Universidad Católica y Lisa Norlander, investigadora de la Universidad de Stanford, quien ha participado en otros viajes con personas con diabetes. Y para completar el equipo, Diego Silva de WUD Media, quien fue captando cada momento de este viaje.
Con la Sole estábamos muy nerviosas y sabíamos que todo el grupo ocupaba bombas de insulina, pero la incertidumbre de cómo funcionaban, nos hizo, en más de una ocasión, repensar el proyecto. Menos mal la Teté nos pegó unos buenos llamados de atención y nos mantuvimos motivadas.
Partimos desde Santiago en un bus con destino a Puerto Varas. Muchos ya se conocían a través de la Fundación de Diabetes Juvenil de Chile. También se unieron 6 extranjeros que venían desde EE.UU., México, Puerto Rico, Brasil, Argentina y Colombia.
Tanto chilenos como extranjeros fueron elegidos por Medtronic Latinoamérica y el equipo médico. Todos debían tener una base deportiva, pero no necesariamente eran corredores o asiduos al trekking, convirtiendo esta experiencia, en un desafío para cada uno de ellos y también para nosotras, que estábamos acostumbradas a correr y a llevar ritmos en senderos muy distintos a los que anduvimos.
Al llegar a Puerto Varas nos recibió el Hotel AWA con un tremendo desayuno a la orilla del Lago Llanquihue, con el volcán Osorno de fondo. Fue un momento lleno de detallitos especiales, considerando las distintas realidades alimentarias. No éramos un grupo fácil: había celíacos, vegetarianos, veganos e intolerantes a la leche de vaca, un tremendo comienzo del que nos acordaríamos todos los días posteriores.
Luego, partimos al pueblo de Cochamó, donde nos esperaban nuestras guías y porteadores que nos ayudarían a llevar la carga, ya que además de llevar las cosas para los próximos 4 días (sacos, ropa técnica, equipo), debíamos sumar los 6 a 9 snacks diarios que teníamos que entregarle a cada uno, más los insumos médicos necesarios que cada uno de los 13 necesitaría.
A quienes no tenemos diabetes, nos pusieron el sensor de glucosa Guardian Connect, que iba monitoreando permanentemente nuestros niveles de azúcar en la sangre para enviarlos a una aplicación y vivir así, la misma experiencia junto al resto del grupo. Nos explicaron que, al igual que todos los participantes, cuando comiéramos debíamos sumar los hidratos de carbono e ingresarlos en la app. Al mismo tiempo, debíamos ir pinchándonos cuando ésta nos pidiera «calibrar» nuestros niveles, términos que durante el primer día, nos dieron vuelta la cabeza por no entenderlos mucho, pero que con el paso de la experiencia, terminaron haciéndose familiares.
Comenzamos la caminata. El primer día fue fácil: 13 kilómetros con no más de 500 metros de desnivel positivo, por lo que aprovechamos de ir marcando un paso rápido e ir tanteando cómo iba cada uno. Cada 30 o 40 minutos parábamos para medir niveles de azúcar en la sangre y ver cómo iban reaccionando a la caminata. Empezamos a conocernos. Y nosotras, de a poco fuimos entendiendo cómo funciona esta condición y cómo te cambia la vida en un 1000% cuando te la descubren.
Al llegar a La Junta, vimos peras tiritonas y comentarios de alegría porque ya estábamos listos por el día. Había cansancio, pero también se podía oler nerviosismo y ansiedad por los días que venían.
Para mí, volver al lugar donde partió el proyecto, era muy emocionante. Se me vinieron mil recuerdos a la mente y no paraba de vernos hace 3 años ahí ¡De seguro fue un día muy especial para todas!
Nos quedamos en el Refugio de Cochamó, donde Tatiana, Carolina, Fabián y Matías de Southern Trips, nos regalonearon cada día con deliciosas comidas cargadas de hidratos de carbono. También con desayunos llenos de fruta, cereales, mantequillas de maní, galletas y mucho café.
En el Valle de la Junta decidimos quedarnos 3 noches y subir un día, al cerro Anfiteatro hasta la pared de granito, y otro día, al Trinidad. Las caminatas no eran fáciles. Ambas tienen entre 800-900 metros de desnivel positivo en tan solo 5 o 6 kilómetros, haciendo que el esfuerzo físico de 12 o 14 kilómetros diarios, fuera cada vez más demandante.
El primer día uno parte como liebre, pero luego se empieza a sentir lo realizado anteriormente y, de a poco, el cansancio va tomando forma. Para algunos, esta era la primera vez que realizaban un trekking de este tipo. Para otros, trail runners o buenos caminantes, estos senderos prístinos, llenos de alerces, lengas, helechos, además del canto de chucaos y rayaditos, fueron un sueño hecho realidad.
Chandler Carney, de Estados Unidos, comentaba luego: «hubo ciertas ocasiones, durante los trekkings, donde tuve que esforzarme al máximo para poder continuar. He practicado trekking antes y me encanta, pero nunca durante tres días seguidos. Entonces, hubo momentos en los cuales me sentí agotada. Pero entre todos nos apoyamos y así pudimos completar los senderos. Soy el tipo de persona que ve una montaña y de inmediato se pregunta cómo sería estar ahí arriba, en la cima. Entonces, di lo mejor de mí para llegar, porque sabía que valía la pena».
Nos organizamos en cordadas. Necesitábamos tener un médico en la punta y otro en el fondo, por seguridad. Además, junto a la Sole y la Teté nos repartimos entre el grupo para poder ir marcando el ritmo y lograr llegar con luz en las noches. Nuestro objetivo no era llegar rápido, sino que seguros.
Uno de los principales riesgos de hacer ejercicio con diabetes, son las hipoglicemias llamadas «bajas» (niveles bajos de azúcar en la sangre). Tuvimos varias durante los 4 días de caminata. Estas hicieron que tuviéramos que parar en más de una ocasión, pero todo el grupo estaba preparado. Sabíamos que así sería y para eso, todos llevábamos pastillas de glucosa (y kit de glucagón, en caso de emergencia). Sabíamos que, si uno del grupo tenía una baja, todos debíamos parar y esperar. Fue un viaje donde el compañerismo y el trabajo en equipo fueron primordiales.
Desde el desconocimiento, más de una vez tuvimos susto de estas bajas, pero nos tranquilizaba saber que andábamos con un equipo médico especialista en el tema, que Barraco Air seguía nuestros pasos a través de un GPS satelital y que ante cualquier emergencia, un helicóptero nos recogería en menos de 10 minutos.
Inés Ponce, de Chile, nos dijo: «creo que el mayor desafío para mí, fue mantener un control adecuado de la diabetes, ya que estuve expuesta a actividades que en el día a día no suelo realizar, como por ejemplo, trekkings de 6 horas. Por lo mismo, había que estar muy atentos a cómo se comportaba la glicemia para no producir hipoglicemias».
Nuestras noches en el refugio las disfrutamos gozando de un rico vino o cerveza mientras conversábamos, jugábamos cachos y cartas. Siempre sin señal de teléfono ni internet, detalle que a nosotras, como Runology, nos encanta en los viajes. Acostarse y mirar por la ventana, esas imponentes paredes de granito iluminadas por la luna y las miles de estrellas que se veían en el cielo, era algo que sabíamos, extrañaríamos una vez de vuelta.
Antes de subirnos al bus para regresar a Puerto Varas, nos esperaba una súper aventura, por lo que alojamos en las cabañas Cala Melli, camino a Ensenada. Descansamos, nos duchamos con agua caliente, hicimos un tremendo asado y nos preparamos para ir a gozar, al día siguiente, del rafting en el Río Petrohué. El día amaneció medio nublado y fue una mañana bastante floja. Pero apenas nos subimos a la van camino al campamento base de Ko Kayak, se despejó, y tanto el Volcán Osorno como el Puntiagudo y el Calbuco, nos abrazaron durante las 2 horas que estuvimos bajando el río.
D-Experience by Runology fue un viaje en el que queríamos empoderar a las personas con Diabetes Tipo 1 por medio del deporte, desafiándolos a vivir una experiencia extrema en la cual demostraran que esta condición no es una limitante para cumplir grandes metas.
Luego de ver los comentarios de cada uno, las caras al final de los senderos y la sensación de comunidad que se generó y que se sigue leyendo día a día en el chat del grupo, pudimos comprobar que sí lo hicimos: logramos motivarlos, fomentar el deporte y demostrar que éste, es una pieza clave para el control metabólico.
A muchos de ellos, cuando les diagnosticaron diabetes, les dijeron que no iban a poder a hacer su vida como antes. Pero hoy, estos 13 grandes con diabetes, van por el mundo enseñándonos que la perseverancia y el esfuerzo pueden lograr que te sobrepongas a cualquier cosa. Finalmente, la diabetes es muy similar a subir montañas: el camino a veces se hace difícil, pero vale la pena el esfuerzo para poder disfrutar.
Estamos eternamente agradecidas por haber vivido esta experiencia en Chile, junto a un tremendo grupo humano de personas que sabemos se esforzaron y dieron lo mejor de sí.
Gracias a @medtronicdiabeteslatam, quienes fueron los primeros en creer en este proyecto y en ayudarnos a impulsarlo por Latinoamérica. Gracias a todos nuestros auspiciadores que confiaron y se encantaron con la idea de que, la diabetes, no es un impedimento.
Por último, muchos nos preguntan, cuál será el próximo destino para una segunda D-Experience by Runology. Y la respuesta es, que ya estamos en conversaciones y viendo dónde nos llevará esta vez la diabetes. Lo que sí sabemos es que, apenas terminen las cuarentenas, Runology Project ¡sigue de viaje por Chile!
Sobre la diabetes
La bomba de insulina es un pequeño dispositivo del tamaño de un teléfono que tiene un reservorio (lugar donde se guarda insulina). Esta, infunde constantemente micro dosis de insulina, como lo haría el páncreas de una persona sin diabetes. Las personas con una bomba de insulina tienen, además, un sensor de glicemia que cada 5 minutos va midiendo los niveles y le envía esta información a la bomba, que dependiendo de eso, suspende o no la infusión.
En Chile, la Ley Ricarte Soto -desde el 1 de enero de 2017- determinó incluir en el sistema de protección financiera este tratamiento para algunas personas con diabetes tipo 1, y a la fecha, se han entregado más de 1.000 bombas de insulina en todo el país.
Cuando una persona con diabetes come, debe ingresar la cantidad de hidratos de carbono consumidos en su bomba, y esta calcula la cantidad de insulina que tiene que inyectarse para comer. Así también, cuenta con un algoritmo que permite detectar cuando la glicemia va con tendencia a una hipoglicemia, cortando automáticamente la infusión, lo que permite que las personas se recuperen más fácilmente de este estado.