Esta es la historia de cómo, en medio de la tupida selva amazónica y junto a la comunidad africana Matawai, se abre —por vez primera— un increíble portal para la escalada en este desconocido y colorido país.
Por Luis Birkner. Fotos por Mateo Barrenengoa.
¿Surinam? ¿Dónde mierda queda eso? Ese fue mi pensamiento cuando Matías Fuentes, un escalador y piloto chileno erradicado en Surinam, me contactó en busca de donaciones de equipo de escalada para lo que sería el primer rocódromo de aquel país.
Para no quedar como un ignorante, antes de responder, miré el mapa y entendí la posición de este país en Sudamérica. Luego respondí, ¡ah sí, Surinam!
Ese día me puse a buscar información sobre la escalada en dicho país y no encontré nada. Entonces, cuando Matías fue a mi casa en busca del equipo que le iba a regalar, conversando un poco, le pregunté si había rocas interesantes por allá. Ahí fue cuando todo comenzó a agarrar forma…
Me mostró unas rocas impresionantes en unos paisajes selváticos en los que siempre soné estar, más aún, llamaba la atención cómo ese país no tenía ni siquiera una zona de escalada, e ir hasta allá, sería convertirse en pioneros de algo histórico.
Claramente le dije a Matías que no se llevara nada esta vez y que nosotros buscaríamos la manera de levantar los recursos para lograr ir en un mes y explorar la zona de Ebba Top, una de las montañas más hermosas de Surinam, la que mostraba ser un parque de diversiones de escalada de aventura, deportiva y de bloque.
Ahí fue cuando me contacté con el documentalista y fotógrafo Mateo Barrenengoa y con algunas marcas interesadas, para darle el vamos a lo que sería nuestra hermosa expedición a Surinam. Pero no sería cualquier expedición, debía tener un fin mucho más potente que solo ir a abrir ruta. Teníamos que dejar un legado mucho más importante.

Hablando con Matías y contándole un poco sobre nuestros objetivos, me dijo que él, junto a Julio De Rooy, guía de turismo y aventura en Surinam, han sido los únicos que han llegado a la base de Ebba Top. Para esto tuvieron que acceder a la aldea de Boslantie, donde viven los Matawai, comunidad de africanos provenientes de Ghana, que escaparon hace 200 años de la esclavitud para erradicarse profundamente a vivir en la selva surinamense, al borde del río Saramacca.
Luego de vivir todos esos años totalmente aislados, las mineras y las forestales lograron hacer un camino de camiones que cruza gran parte de la selva para llegar directamente a esta aldea.
Es así como, luego de haberse transportado por años en canoas, quedaron de un día para otro expuestos a nuestra sociedad materialista y ambiciosa. Pero los Matawai vieron esta amenaza como una oportunidad para traer turismo a su hermosa aldea y así subsistir económicamente de algo más.
Fue justo ahí cuando Julio y Matías lograron conexión. Pues los Matawai querían hacer esto pero no tenían los conocimientos para desarrollarlo. Y así mismo, estos dos chicos de Surinam querían desarrollar la escalada en el país, pero tampoco los tenían. Y nosotros veíamos con ello. Teníamos todo para hacer un proyecto con un fin noble para la comunidad.
Entonces, nos planteamos 7 metas antes de salir de Chile:
1. Desarrollar la primera zona de escalada deportiva de Surinam.
2. Abrir una ruta de aventura tradicional de multilargos en la pared.
3. Capacitar a los dos escaladores locales para el equipamiento de rutas futuras.
4. Capacitar a los Matawai para que luego puedan escalar sus propias rocas junto a sus hijos, y en un futuro ser guías de ellas.
5. Construir un rocódromo en la aldea de Boslantie, junto con talleres para niños.
6. Donar equipo completo de escalada deportiva para la aldea de Boslantie y de apertura de rutas para los dos escaladores locales.
7. Construir un muro en la capital Paramaribo, para potenciar la escalada en la ciudad.
Así, cargados con más de 200 kilos entre equipos de escalada y de construcción para un rocódromo, agarramos un avión y aterrizamos en Surinam.
Gracias a que nuestro amigo Matías es piloto, pudimos sobrevolar cientos de kilómetros de selva y volar solo a metros de lo que sería nuestro campamento base las próximas semanas. Pudimos ver con claridad la hermosa roca en la que íbamos a trabajar y apreciar la majestuosidad de donde estaríamos. Luego nos trasladamos directamente a la aldea de Boslantie.
Llegar luego de horas de manejar entre selva tupida a una aldea que sabías que hace dos años solo tenía acceso por río, te hace cuestionarte toda tu vida. Aquí viven aislados totalmente, en un paisaje hermoso y a un ritmo que avanza paso a paso a la velocidad de un caracol.
Nos recibieron con mucha alegría pues sabían a lo que veníamos. Acá fue cuando le empezamos a dar vida a todo.
Juntamos nuestro equipo humano formado por los dos chicos locales, Mateo y yo, y 5 locales de Matawai (Guillermo, Moe, Yoga, Greg y Gracielo) a los que les pagamos, además, para que comenzaran a sentir lo que era lucrar siendo guías de estas expediciones.
«Luego de semanas en la selva, sanos y salvos, logramos volver a la aldea de Bolsantie y, después de sumergirnos en el río Saramacca, pudimos construir un pequeño rocódromo de regalo para la aldea».
Así nos internamos caminando selva adentro, por un bosque tupido por el cual muchas veces no podías avanzar más de medio metro sin la ayuda de tu machete. Lo único que teníamos eran unas coordenadas del GPS de las dos veces que los chicos habían llegado a la pared. Una de conocimiento y la otra, para facilitar la tercera ida, que era la que estábamos haciendo aquella vez.
Luego de horas y horas de apertura de sendero selvático, logramos llegar de noche a la base de Ebba TOP.
Ya instalados en lo que sería nuestro campamento base, donde colgamos nuestras hamacas con mosqueteros y logramos poner un plástico para la lluvia, pudimos descansar en uno de los lugares con la mejor música natural de nuestras vidas. La cantidad de insectos y animales que cantaban era impresionante, mientras que el suelo parecía arena movediza por la cantidad de bicharracos que se movían y saltaban de él.
A la mañana siguiente pudimos ir a reconocer la roca y darnos cuenta de lo impresionante que era su calidad y hermosura.
Aquí logré equipar desde el suelo, lo que sería la primera ruta deportiva de Surinam, la que denominamos First Route in Surinam, dando el paso para instalar una ruta tras otra. Así equipararíamos el primer sector de escalada deportiva del país, con rutas tanto para principiantes como para expertos. Además, junto a este proceso, lográbamos capacitar a ambos escaladores locales.
La roca era bastante dura, por lo que las brocas se fueron rompiendo rápidamente, pero continuamos con nuestras otras metas.
Logramos que los 5 matawai escalaran por primera vez en sus vidas, la roca que tanto habían mirado desde la aldea durante años, mostrando un talento innato. A su vez, los capacitamos en cuanto al uso del equipo básico de escalada, el cual se irá perfeccionando con el tiempo en conjunto con talleres.
Ver a esta gente escalar y ver que lo disfrutaban, no tenía precio y nos hacía sentir que todo lo que hacíamos, valía la pena.
Estar de expedición en la selva también significa vivir de ella, por lo que en nuestra estadía, los Matawai, como lo han hecho todas sus vidas, cazaban lo que nos alimentaba durante el día. Las construcciones en el campamento base a punta de árboles y lianas era algo digno de ver. Claramente, si ellos aprendían algo de nosotros, nosotros aprendíamos mucho de ellos de vuelta.
Tuvimos que sacrificar harto tiempo para poder equipar la zona de escalada deportiva, por la dureza de la roca y por lo complejo que es abrir rutas en un entorno tan selvático como este, donde los peligros están en todas las direcciones.
Aun así, pudimos dejar unos días para abrir una ruta de aventura y explorar el inmenso potencial de bloque de la zona.
Queríamos acceder a una pared superior que habíamos visto desde el avión, y para esto había que escalar un primer tramo muy largo de roca selvática vertical, muy tupida en vegetación y tierra.
Para esto, escalé con un palo desenterrando las fisuras, pudiendo proteger y progresar. Muchas veces me encontré con serpientes venenosas, tarántulas, escorpiones, nidos de avispas y mucho más en el camino. Pero logré avanzar y avanzar entre lianas y llegar a la base de esta hermosa pared secundaria.
Escalar lo que vino, fue una de las instancias más hermosas que he vivido, no solo por la calidad de la roca y sus fisuras. Sino porque, cada vez que miraba hacia atrás, lograba ver donde realmente estaba: en la selva amazónica de Surinam, y sí, más adentro que la mierda.
Las lluvias y el calor hacían muy difícil la progresión, pero finalmente abrimos una tremenda ruta en esta hermosa pared.
Luego de semanas en la selva, sanos y salvos, logramos volver a la aldea de Bolsantie y, después de sumergirnos en el río Saramacca, pudimos construir un pequeño rocódromo de regalo para la aldea. De esta manera, si los niños se motivaban a escalar en él, en un futuro, claramente querrían escalar en roca. Y es ahí donde toda la conexión se hace presente, pues sus padres, ya sabrán cómo hacerlo.

Hicimos talleres para los niños ensenándoles a escalar, mostramos videos de escalada y también mostramos videos de los adultos escalando en roca durante las semanas pasadas en la selva, por lo que la motivación era muy alta y la fiesta era tremenda, pues Boslantie tenía, por primera vez, una oportunidad diferente y natural de ingresos y se llamaba Escalada, y funcionaba sin necesidad de cortar su hermosa selva.
Entregando el equipo que veníamos a regalar, nos despedimos con el corazón más lleno que nunca, no solo por haber vivido una de las experiencias más lindas de nuestras vidas, sino por haber abierto un portal, que estaba ahí, y que por una extraña coincidencia, nos tocó abrir a nosotros.
El potencial que queda en Ebba Top es inmenso, para todas sus disciplinas, y la experiencia para los visitantes y aperturistas será única, no solo por la escalada, sino también por la conexión con la selva y su gente.
Ya de regreso en la capital, Paramaribo, logramos construir un último boulder en el pequeño gimnasio de escalada que se está creando aquí, para luego enterarnos del Coronavirus y quedarnos aislados acá, esperando por un vuelo de vuelta a nuestro país.
Agradecidos del apoyo de Haka Honu, Petzl Chile, Keep Climbing, Karun, Gimnasio El Muro, Via Crux, Picafilms, La Recauchadora, Fundación Deporte Libre, Junglexperiencesuriname.
Luis Birkner y su equipo no consiguió volver a Chile antes de que éste bloqueara sus fronteras por la pandemia del COVID-19. Al momento del cierre de esta edición, continuaban en Surinam, construyendo y escalando un muro que quedará a disposición de la comunidad.